Susana Lloret: El arte es lo único que nos puede salvar

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Bombas Gens nació, como DESFICI magazine, en 2017. En estos años esta antigua fábrica reconvertida en centro de arte contemporáneo ha vivido toda clase de aventuras y también se ha enfrentado, como todos nosotros, a retos nuevos e inesperados. Pero sobre todo, en estos cuatro años nos ha hecho soñar, acercarnos al arte, entenderlo y valorarlo. Te acordarás de cuando fuimos a ver Infralleu junto a su creadora, Inma Femenía. Pues bien, hoy volvemos a pasear por estas salas junto a su vicepresidenta, Susana Lloret. 

He llegado temprano. Hoy el edificio está cerrado pero, cuando atravieso el portón de entrada y la antigua báscula, me encuentro con un hormiguero de actividad en las oficinas de Bombas Gens, que tienen el encanto de los pisos del ensanche de Valencia.

En 1930 Carlos Gens encargó una fábrica “con un diseño diferente” al entonces reconocido arquitecto Cayetano Borso di Carminati, a quien debemos el edificio Rialto, el edificio del Ateneo Mercantil o las Piscinas de Las Arenas. El complejo industrial de Gens se destinó a fabricación de pequeña maquinaria, válvulas industriales y bombas hidráulicas hasta su cierre en 1991. Tras más de dos décadas de abandono fue comprado y rehabilitado por Susana Lloret y Jose Luis Soler para convertirlo en centro de arte y sede de la Fundació per Amor a l’Art.

Susana me recibe en su despacho, donde sospecho que pasa muchas horas al día. Arte, plantas y fotografías familiares hacen de esta oficina un espacio cálido y acogedor, habitado por una fuerte personalidad.

PAULA: Para empezar nuestra charla, Susana, quería preguntarte cómo surgió la idea de Bombas Gens. Jose Luis Soler y tu habéis dicho que era vuestro sueño, pero ¿cómo empezasteis?

SUSANA: No recuerdo un momento exacto porque nunca sabes cuando empiezas a coleccionar, que le pregunten a cualquier coleccionista. Cuando ya tienes unos cuantos de aquello que te gusta es cuando te planteas “esto podría tener un sentido si a todas estas cosas les doy un hilo conductor”. Nosotros dimos el paso cuando hablamos con Vicente Todolí para que nos guiara en esa colección incipiente. En ese mismo momento ya establecimos las bases de lo que queríamos hacer, que era encontrar en un momento dado un lugar en el que exponer la colección de manera pública y gratuita. No era algo que estábamos haciendo para nosotros, sino que era algo que trascendía. Para esto, necesitábamos un espacio que también acogiera las actividades sociales que veníamos haciendo. 

PAULA: Por entonces, ya existía la Fundació Per Amor a l’Art. ¿Cual es vuestra misión?

SUSANA: La Fundación trabaja en varias áreas. Una es acercar el arte a la gente de la mejor manera posible y otra la acción social. Enseguida nos planteamos el trabajar con gente vulnerable para hacer que eso de la igualdad de oportunidades sea un poco más verdad. Y luego la otra área en la que también empezamos a trabajar fue la investigación y difusión de la enfermedad de Wilson, algo que vino dado por las circunstancias familiares. La Fundación agrupó todas esas áreas inciales y ahora ha añadido una cuarta más, que es el daño cerebral adquirido también por la situación familiar que hemos vivido. 
Había que darle a ese sueño un espacio, un lugar. Y lo encontramos aquí, en la antigua fábrica de Bombas Gens, que añadió un área más a nuestra misión, la de la rehabilitación patrimonial. Resultó ser un espacio con un encanto y un potencial tan grande que pensamos que estaba llamado a servir de alguna manera más a la ciudad. Así surgió todo ese sueño que ahora se ha materializado aquí.

PAULA: Me gusta mucho que la Fundación esté movida por la idea de compartir con la sociedad.

SUSANA: Los que tenemos la suerte de dar tenemos también la responsabilidad de compartir. De verdad lo creo. Mi marido y yo creemos que tenemos una responsabilidad para con otros porque tenemos la posibilidad de compartir libremente con los demás. Aunque también siempre digo que lo que se comparte no necesariamente tienen que ser recursos económicos, que compartir el tiempo de cada uno dedicándolo a los demás es algo que todo el mundo puede hacer porque todos tenemos el mismo: 24 horas. Además el tiempo es irrecuperable. Cuando lo gastas en algo, ya nunca más lo vas a poder recuperar. La generosidad tiene muchas maneras de manifestarse. Nosotros hemos encontrado la nuestra y nos sentimos responsables de contribuir a hacer un mundo mejor.

PAULA: Sí, y además en ese sentido el tiempo es mucho más valioso que el dinero.

SUSANA: Yo estoy dedicando todo mi tiempo aquí, entre mi familia y la Fundación. Es quizás una de las cosas más importantes y que pueden marcar una diferencia con otros proyectos. Y es que en este caso mi implicación es del cien por cien. Mi tiempo está aquí y lo doy súper a gusto.

PAULA: ¿Cómo crees, Susana, que tu experiencia como psicóloga y docente te ha ayudado y qué ha aportado a ambos proyectos, Per Amor a l’Art y Bombas Gens?

SUSANA: El estudiar psicología te da una visión más profunda de las motivaciones, necesidades, problemas y conflictos de las personas. La visión de un psicólogo o de una psicóloga de una obra de arte sí que creo que aporta una capa de profundidad más. Como psicóloga conozco mecanismos que tiene la mente para no ver lo que no queremos ver o para transformar lo que lo que vemos y no nos gusta. Este mecanismo lo explica la teoría de la disonancia cognitiva. Me gusta mucho descubrir esa otra lectura. Y sobre todo si además puedo hablar con el artista, que es la suerte que tengo al trabajar con arte contemporáneo. 
Me acuerdo mucho de Paul Graham. En 2018 trajo aquí la exposición La blancura de la ballena y que daba perfecta cuenta de lo que esta teoría de la disonancia explica. Parece mentira cómo los artistas captan esos mecanismos a su manera sin haber estudiado jamás psicología. Graham expuso aquí una serie de fotografías donde se ven personas solas, que viven fuera de la sociedad: mendigos, pobres... Lo que hacía con esas fotografías era velarlas y casi no se podía ver lo que mostraban. Esa es una manera artística y gráfica de plasmar lo que nuestro mecanismo mental genera para evitarnos el dolor de ver eso y no poder hacer nada. Te ciega, no ves.

PAULA: Los artistas de alguna manera intuyen.

SUSANA: Los artistas tienen una sensibilidad especial y la muestran en sus obras. Reflejan unas capas de la realidad que a las demás personas se nos escapan. Pero ellos las transmiten creando su propio lenguaje. Transmiten algo que te toca el alma. Muchas veces no sabes por qué y tampoco hace falta saberlo, porque lo importante es que te llegue esa emoción.

PAULA: En este sentido, también se habla muchas veces de la parte terapéutica del arte.

SUSANA: Sí, porque el arte es una manera de expresar emociones. Un grandísimo problema que tenemos en esta sociedad -lo que no te puedo decir desde cuando, sé que ahora está empezando a cambiar-, es que hemos pasado una época muy racional, donde donde las emociones es algo pueril y se han tenido que esconder. Eso ha generado muchos conflictos psicológicos, porque las personas somos ante todo emociones y luego pensamientos. 
Las emociones, aunque no pesan porque no tienen sustancia física, sí que ocupan un espacio mental y la mayor parte de los conflictos psicológicos vienen por problemas emocionales no resueltos. Lo que es muy difícil de explicar con palabras, porque para expresar las emociones con palabras tienen que pasar por la parte racional de nuestra mente, sí puede expresarse directamente a través de otros soportes, como puede ser el arte. Sin necesidad de hacer ese circuito completo, pero suficientemente catártico como para que las emociones fluyan. 

PAULA: Absolutamente. Y también se produce esa catarsis en el público. Cuando estás ante una obra de arte, te produce unas emociones y de alguna manera te cambia.

SUSANA: A cada uno la obra de arte le llegará de una manera, percibirá unas cosas y otras cosas no, pero definitivamente le suscitará unas emociones con las que puede conectar.

PAULA: Y volviendo un poco al edificio de Bombas Gens, ¿por qué elegisteis este espacio?

SUSANA: Fue mi marido, lo encontró por internet buscando edificios especiales. Era muy curioso, muy activo y muy testarudo. Y encontró esto. Encontró Bombas Gens por el blog de Diana Sánchez, que es una arquitecta especialista en patrimonio industrial. Vino a verlo con ella aunque no se podía entrar, solo podíamos ver fotografías aéreas. Nosotros veíamos desde fuera la estructura de las naves, que era lo que nos interesaba para el arte. Entonces ya sabíamos que, independientemente de lo que apareciera dentro, el espacio se adaptaba a lo que buscábamos. Fue un momento precioso entrar aquí la primera vez. 
Y por eso lo recibimos como un legado que quisimos no solo reformar, sino rehabilitar. Luego, cuando conocí a Carlos Gens, me explicó la historia del edificio y la calidad de los materiales que se habían utilizado, la sensibilidad con la que estaba hecho el edificio para los trabajadores. Y vi la dimensión humana: cómo Bombas Gens había sido el centro y el orgullo de un barrio durante tantos años. 
En ese momento, ya vi que este proyecto añadía una cuarta dimensión a nuestro proyecto, que era la dimensión patrimonial. Para mí la historia de este edificio no ha terminado, yo estoy documentando mi parte para los que vengan después.

PAULA: ¿Y cuál es tu visión de futuro? ¿Crees que Bombas Gens puede ser un motor cultural y de cambio, no solo para Valencia?

SUSANA: Yo veo que en el futuro vamos a a estrechar lazos entre dos áreas de la Fundación: el arte y la parte social. En el futuro veo que cada vez tiene que haber una mayor sinergia entre ambas porque aquí cabe todo el mundo, porque el arte tiene mensajes para todos.
Y por otro lado, yo lo que veo que hace falta a este proyecto es abrirse a más públicos con más actividades relacionadas con la cultura y en otros formatos. El centro de arte va a seguir centrado en el arte contemporáneo alrededor de la colección, pero también van a aparecer otras actividades de tipo cultural: exposiciones documentales, charlas, debates o conferencias. A mí me interesa mucho que la gente acceda en primera persona a ver las cosas que suceden. Esto estaría más centrado en la ciudad, pero también queremos ver nuestras exposiciones viajando de manera internacional: que la colección sea conocida y compartida por todo el mundo.

PAULA: ¿Y qué podremos ver después de Juan Uslé? ¿Qué cosas van a venir?

SUSANA: A nosotros nos gusta mucho la alternancia. Y ahora viene Irma Blank, pintora alemana afincada en Milán, que tiene un estilo distinto con mucha luminosidad. Tiene cosas en común con Juan Uslé porque su obra está muy conectada con su persona. En el caso de Uslé, él pinta siguiendo los latidos de su corazón y va creando un patrón característico, mientras que Blank utiliza la respiración como guía para el trazo: hasta donde llega la respiración, llega la línea. Es una manera de meter su pulsión vital dentro del cuadro.

PAULA: Es muy bonito que la antigua cantina de la de la fábrica sea ahora el restaurante de Ricard Camarena. ¿Cómo crees que se relacionan la gastronomía y el arte contemporáneo?

SUSANA: El hilo conductor de la gastronomía de Ricard es el respeto absoluto por los productos de la tierra en su mejor momento. También la recuperación de productos que, porque no han sido de agricultura extensiva, han caído en desuso. Además, lo que no consigue cocinar en el restaurante lo conserva, con lo cual tiene una economía circular de verdad. Para mí es todo un ejemplo de lo que es una filosofía de trabajo con un producto original, muy noblemente manipulado, para que llegue de la mejor manera al comensal. 
Claro, si él no te contara todo eso, tú comerías su comida y te perderías toda la parte que hay detrás. Y a mí eso me recuerda mucho a cuando se hace una exposición. Tú puedes ver una exposición y disfrutarla. Pero si alguien además te cuenta cuál es el hilo conductor entre todas esas obras, la historia que están contando, tú vas a ver todo eso de una manera mucho más profunda y percibir muchos más matices. 
La cuestión siempre de base es si la gastronomía es arte o no es arte. Pues yo creo que sí. Yo creo que Ricard Camarena hace arte con la comida.

PAULA: ¿Podemos hablar de que os hayan llamado tantas veces mecenas? ¿Es una palabra anacrónica?

SUSANA: Lo tuve que mirar en el diccionario, porque a mí, ya de entrada, la palabra mecenas no me identificaba. Mecenas es aquella persona que destina parte de sus recursos a apoyar a jóvenes artistas o científicos para desarrollar su trabajo. Y además con la aspiración de compartir parte de la gloria por haber impulsado a ese artista o científico a hacer una aportación a la sociedad. Eso está muy bien, me parece fenomenal y tiene que haber muchos mecenas, porque hay mucha gente joven que necesita ese apoyo. Lo que pasa es que nosotros no solamente trabajamos en el entorno del arte, nosotros estamos muy involucrados en la parte social, que se ve menos que la parte artística pero es la que nos mueve. Esa parte social no entra dentro de lo que se define como mecenazgo. Tampoco vamos buscando gente joven, sino que compramos obra de artistas porque tienen un sentido de la colección. Nuestro objetivo es generar una colección de arte interesante para poder compartirla y hacerla llegar al público de la manera más fácil posible, quitando todas las barreras que podamos. En fin, yo digo que somos personas comprometidas.

Hemos ido paseando por las salas de arte y, mientras conversábamos, Susana me ha ido señalando algunas de sus piezas favoritas. Mientras cruzamos la sala donde se expone Sculpting Reality, nos acercamos a las fotografías de Helen Levitt, una de las pocas mujeres de la muestra. Me cuenta que, como ya hizo Nuria Enguita, Sandra Guimaraes, actual directora artística del centro, está haciendo un gran trabajo en dar visibilidad a mujeres artistas y cuánto ha costado ‘rescatar’ estas obras de 1938. Por un momento, nos zambullimos en sus escenas. El enigma de estas fotografías las hace casi magnéticas.

PAULA: Cuando volvió a abrir Bombas Gens después de la cuarentena, vine con mi familia a ver Infralleu de Inma Femenía. Después de haber estado tanto tiempo en casa -y luego solamente paseando cerca de casa- sentíamos tanta falta de experiencias y de amplitud que la exposición de Inma Femenía, todo luz, color y verticalidad, fue muy emocionante. Y además luego salimos al jardín, después de un año en que no habíamos vivido la primavera, y fue una experiencia muy bella. Lo vivimos como uno de los mejores días de 2020 y nos sentimos muy agradecidas.

SUSANA: Cómo que me gusta lo que estás diciendo. Fíjate que el jardín es lo que menos tiene que ver con el arte, pero es una experiencia estética y yo creo que espiritual. Cada vez está más claro, porque las culturas orientales lo han dejado muy claro, que la faceta espiritual de la persona no tiene por qué estar asociada a lo religioso. Simplemente es esa parte que te toca, la sensibilidad que todos tenemos y que nos hace apreciar, por ejemplo, la naturaleza. 
El jardín estaba pensado precisamente para después de haber recibido todas las impresiones y todas las emociones que el arte de las salas te puede llegar a generar, que no tienen que ser siempre agradables. El arte perfectamente te puede transmitir una emoción dolorosa, porque es nuestra vida es así y el artista puede haber volcado en su trabajo la angustia que puede haber sentido. Pero cuando sales al jardín, y te rodean el ruido de los pájaros, la pieza de Cristina Iglesias y los árboles, te quedas en un estado de equilibrio y de armonía.

PAULA: Además, dijiste algo muy interesante en la presentación de Ojo y Paisaje a los medios y es que el arte y la cultura son lo único que nos puede ayudar y salvar en momentos inciertos como los que hemos vivido. 

Casi accidentalmente, nuestro paseo nos ha traído precisamente al jardín. Hoy la pieza de Iglesias está apagada. Bromeamos con que la primera vez que vi esta obra, pensé que realmente era una antigua acequia que debía pasar por allí. No nos acompaña el rumor del agua pero nuestras risas son cristalinas. El poder de este jardín es, ciertamente, elevar nuestro espíritu. Dicho llanamente: hacernos felices. Con la excusa de tomar algunas fotos hoy que está cerrado el centro, pido dos minutos para mí en este rincón de Valencia tan mágico.

Cuando nos despedimos Susana me dice modestamente, casi de pasada, que sí, que hay gente que se acerca a ella para decirle, con palabras sencillas, ‘gracias por lo que estás haciendo’.

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