Falla Corona: Habitar el fuego

©FURIOSOstudio, ©Paula G. Furió. Todos las imágenes y textos publicados en esta web están sujetos a los derechos de autor y no pueden ser utilizados sin autorización.

“Los proyectos en la Falla Corona no nacen de un año para otro. El proyecto del año que viene, por ejemplo, lo comenzamos a trabajar en 2015. El de este año hace un par de temporadas. Aquí no hay presentación de bocetos como en las fallas más tradicionales. Existe un equipo de trabajo especializado en monumentos que cada año presenta a la comisión su propuesta. Con el tiempo hemos conseguido crear cierta intriga y que la gente -en la falla y en Valencia- empiece a preguntarse: ‘¿Y qué harán este año en Corona? A ver qué se les ha ocurrido...’”. Quien habla es Miguel Ángel Pérez, Presidente desde hace más de una década de la Falla Mossén Sorell-Corona, más conocida por el contundente nombre de 'Falla Corona'. Mientras habla es imposible no apreciar el brillo de sus ojos, el nerviosismo de sus manos, la cadencia veloz de sus palabras. Apenas queda una semana para la gran semana y esto se parece más a la víspera de un nacimiento que a la plantà de una falla. Nosotras acompañamos durante una mañana soleada e intensa a dos de los tres padres de esta criatura fascinante que está a punto de ver la luz, es decir, la llama.


Un cartel luminoso con una cuenta atrás que incluye días, horas, minutos y segundos preside la fachada del casal de la Falla Corona. Nos da una idea de la expectación que cada año genera esta fiesta. Miguel Ángel nos ha citado aquí para iniciar una ruta que terminará en el taller del artista fallero Manolo Martín, el ejecutador de una idea de Fermín Jiménez Landa, el artista conceptual que este año se encarga del monumento. Ellos tres son los padres de Salvem el foc, el nombre del proyecto artístico que trasciende y desborda los límites más tradicionales de lo que cualquier valenciano -o viajero, o turista- conoce como “monumento fallero”. El lema de este año surgió de una famosa anécdota del artista, escritor y dramaturgo francés Jean Cocteau. En una entrevista le preguntaron:

-¿Qué salvaría del Museo del Prado ante un incendio?
-Yo salavaría el fuego.


De ahí, claro, el Salvem el foc del lema de este año. Y de toda la filosofía que le acompaña, por supuesto. Una idea creada por Fermín Jiménez Landa con la que su presidente está fascinado. No deja de hablar de ella mientras nos enseña el casal fallero como si de su propio piso se tratara. Hay tres grandes estancias: un primer espacio festivo y pirotécnico, decorado por esculturas de monumentos pasados, con una barra en la que poder tomar una copa, bailar y charlar. Allí mismo se encuentra el mural con las noticias más destacadas de la historia de la falla: la famosa macrodespertá (“En 2004 lanzamos 80.000 trons de bac en menos de cinco minutos”), el intento de disparar la carcasa más grande Europa (“Una semana antes no nos permitieron hacerlo por cuestiones de seguridad”), la falla de Berlanga, el primer traje de fallera que diseñó Francis Montesinos, aquel 150º aniversario de la falla en el que se plantó un monumento en nochevieja y en marzo resucitó convertido en un ave fénix, las fallas de Ibán Ramón y Dídac Ballester...

En un estante tienen expuestos los llibrets falleros que son, en verdad, auténticas joyas del diseño valenciano: “Somos los únicos que hemos conseguido premios ADCV (Asociación de Diseñadores de la Comunitat Valenciana). En Corona nos ha parecido interesante implicar otras disciplinas del mundo del arte y del diseño siempre bajo la excelencia total”, explica Pérez. 

M.JESÚS: ¿Cuándo se produjo el cambio? ¿En qué momento decidís que falla Corona debe ser distinta?

M. ÁNGEL: La primera falla del nuevo ciclo fue en el año 2000 con Joan Blanch. Una falla que hablaba de los sueños  y que dialogaba con la infantil. Esto ya nos aportaba algo distinto. Corona es muy respetuosa con lo que plantan los demás pero ese cambio nos apetecía. 

M. JESÚS: ¿Lo entendieron los miembros de la comisión en un principio?

M. ÁNGEL: En Corona hemos conseguido que nos respeten mucho. Yo llevo 11 años como presidente y 25 llevando estos proyectos de monumentos.  Yo creo que  si eres respetuoso con los demás, los demás lo serán contigo. Lo bueno de esta fiesta es que debe ser  abierta para todos. Cada uno debe plantar lo que le gusta y lo que funcione. En Corona hicimos esta innovación y vanguardia y salió bien. 

M. JESÚS: ¿Todos están cómodos con este nuevo concepto de monumento fallero?

M. ÁNGEL: Aquí ha habido muchas etapas. A mí nunca me ha gustado imponer pero sí ilusionar, hacer partícipe a la gente de los proyectos. En Corona hay gente que dice: “Yo no soy de innovación pero me identifico con la marca Corona”. La falla de Fermín de este año, por ejemplo, ha embelesado a la gente. El concepto nos ha enamorado. 

En Corona todo es diferente y, a la vez, una percibe los orígenes de toda esta fiesta en cada esquina.

El nombre 'Corona' tiene una fuerza brutal y el emplazamiento es perfecto. Nos llama la atención su escudo tradicional pero renovado, con unas llamas que nacen de las eses de 'Mossen Sorells' que estaban fijadas en el  estandarte antiguo y que el diseñador Ibán Ramón redefinió.  

Entramos en la segunda estancia del casal. Aquí no hay estandartes ni cuadros que retraten a las falleras. Unas pequeñas esculturas con forma de falleras están colgadas en las paredes del espacio. Una placa indica el nombre y el año de “reinado fallero”. También observamos un caballete en cuyas tramas están grabados los nombres de los artistas de cada año. Detectamos cómo, desde el año 2010, comienzan a aparecer nombres de mujeres: Marisa Falcó, Anna Ruiz o Mónica Antequera. “Es verdad que la tradición de los artistas falleros ha sido fundamentalmente masculina  pero es que el mundo de las fallas ha ido avanzando conforme ha ido cambiando la sociedad”, apunta Pérez.

La tercera sala del casal fallero es donde se celebran las juntas generales, las reuniones y donde, de vez en cuando, se hacen exposiciones. Ahora vemos un enorme fragmento de madera colgando de la pared. Tiene mucho que ver con el proyecto que Fermín Jiménez Landa ha ideado para este año: “Quisimos recuperar la tradición de la estoreta velleta y pedimos a los vecinos que nos donaran muebles viejos de sus casas. Con esa madera hemos construido el suelo del gran edificio que va a ser la falla de este año. Queremos recuperar los orígenes de la fiesta desde la modernidad. Ahora luego, cuando vayamos al estudio de Manolo lo entenderéis”, comenta Miguel Ángel. Ese Manolo no es otro que Manolo Martín, el mítico artista fallero que va a ejecutar la idea de Fermín. 

Miguel Ángel parece respirar pólvora. Su fascinación por las fallas le viene desde muy pequeñito. Nos lo cuenta mientras vamos hacia un local en la calle Baja del barrio del Carmen: “De pequeño yo le pedía a mi madre que me comprara los llibrets falleros, me iba a ver la fallas, estaba fascinado con la pirotecnia”. En el bar almorzamos y hacemos tiempo para marcharnos a Benicalap, a la Ciutat Fallera. Tomamos tostadas con tomate, un pincho de tortilla, café con leche y agua. Miguel Ángel habla tanto que casi no prueba bocado. La culpa es nuestra porque le atiborramos a preguntas. Todo nos interesa. Nunca hemos conocido a nadie con un concepto tan transversal, intergeneracional y abierto de la fiesta.

PAULA: ¿Cuántos sois en la falla?

M. ÁNGEL: Pues entre mayores e infantiles unas 170 personas.

PAULA: ¿Y qué tal os lleváis con los vecinos?

M. ÁNGEL: Muy bien porque Corona es muy respetuosa con todo el mundo. Yo creo que todo lo que sea implicar al vecino es algo necesario y positivo. No concibo las fallas cerradas.

M.JESÚS: ¿Y cómo se viven las fallas cuando no son fallas? Al final, sois una gran asociación de personas muy diferentes.

M. ÁNGEL: Pues sí, pero todos somos hijos, nietos y familiares de gente que vivía aquí, en el centro. También hay gente que viene atraída por lo que hacemos. Impartimos valores durante todo el año. En cuanto pasa navidad hay una chispa que hace que esto se reactive. Hay unos meses en que venimos solo los habituales y luego ya es el mogollón.

M.JESÚS: ¿Y cómo creéis que os ve el turista o el valenciano que se acerca a conocer vuestro monumento?

M. ÁNGEL: Yo siempre digo a los patrocinadores  que la suerte que tienen aquí es que vienen dos tipos de público: el fallero y no fallero. Corona es una marca que llega  a todo tipo de público. Cuando plantó  el artista Javier Jaén su proyecto Patrias de Nylon vinieron dos autobuses desde Barcelona para descubrir lo que había hecho.

PAULA: ¿Y el proyecto del artista Escif? Ese fue una revolución.

M. ÁNGEL: Absolutamente. Teníamos una idea muy difícil de realizar: ¿cómo plantar una falla sin que sea una falla pero que sea una falla?  Cuando le conocimos y tuvimos una primera reunión, él nos preguntó: “Para plantar una falla, ¿qué sobra normalmente?”. Y yo le dije que sobraban los coches, las bicicletas, el contenedor de la basura, los bolardos. Y él me respondió: “Vale, pues todo eso será la falla”. 

Y así fue: crearon a escala real un coche, una señal, un contenedor de la basura. Fueron al desguace a por un modelo concreto de coche y después los propios falleros iban haciendo moldes de carton, masillando y lijando y Escif lo pintó. Aquel año la gente pensaba que no se había plantado falla, aparcaba al lado, se apoyaban en el monumento...

M. ÁNGEL: Si te acercabas a la falla tenía unos gags buenísimos. La matrícula del coche oficial que habíamos plantado, por ejemplo, era de Suiza. Cuando Corona llama a un artista siempre pensamos que el humor y la crítica deben ser claves porque están en el origen de la fiesta y Escif las cumplió al cien por cien.

La imagen de la cremà, como se pueden imaginar, fue apoteósica: una fallera radical que prendía fuego a un coche: “Escif planteó quemar la falla lanzando un cóctel molotov pero le dijimos que era demasiado. Lo importante es que el concepto de aquel año quedó claro: quemar lo que sobraba para reiniciarse”. 


 

Es imposible no abrir el debate con Miguel Ángel: ¿Cómo conseguir que las fallas sean realmente para todos? En una fiesta tan abierta pero a la vez tan anárquica, en la que invades una ciudad durante días, hay vecinos que se enfadan porque trastocas su cotidianidad. ¿Qué lugar ocupan las instituciones?: “Para que todo esto se lleve a cabo necesitamos apoyo institucional. Las fallas han sobrevivido ante cualquier ideología política. Hace muchos años, incluso, se tenía que pagar para plantar la falla. La crítica era tan mordaz que la institución pedía que, por lo menos, se pagara y el fallero pagaba”. Durante la semana fallera, Corona intenta tener el comportamiento más sensato posible. Envían comunicados a los vecinos con un teléfono de contacto y si hay algún problema es el propio Miguel Ángel el que responde: “Es que la autoridad del fallero de los años 80 que cortaba la calle cuándo y cómo quería... en fin, eso no era bueno y se ha acabado. Es verdad que antes los falleros cenábamos en la calle. Ahora es imposible y por eso están las carpas, para molestar lo menos posible. Esta fiesta cuesta mucho dinero para llevarla  a cabo, así que es necesario sacar financiación y recursos. Todos queremos que esto sea viable.”.

M.JESÚS: ¿Y el futuro de las fallas? ¿Por dónde pasa?

M. ÁNGEL: El futuro lo lleva la propia evolución de la sociedad. A mí me gustan las fallas cómo eran, cómo son y seguro que me gusta cómo van a ser. Hay que cuidarlas y protegerlas. Es muy importante. Mira, Ibán Ramón, por ejemplo, era una persona que en fallas se iba fuera. Hoy se ha contagiado de la magia de la fiesta, se queda y disfruta. Yo siempre digo que lo mejor que se puede hacer si la fiesta te desborda y puede contigo, es unirte a ella. Es la única forma de soportarla, sino la odiarás siempre. Nosotros no dejamos de ser una falla con sus elementos tradicionales, pero a la gente le gusta porque es parte de esta fiesta; sólo cuando estás dentro descubres el verdadero esfuerzo y la emoción de las fallas. 

M.JESÚS: ¿Y qué opinas de aquella época de esplendor fallero con monumentos que costaban un millón de euros?

M.ÁNGEL: Fíjate que fueron grandes obras falleras y monumentos bestiales. Yo creo que hay una falla para cada persona y uno puede encajar en una falla y no en otra. Ese es el valor de las asociaciones, que te den una oportunidad de ser. Si fuésemos conscientes de lo que tenemos entre manos, de la importancia mundial que conlleva...

PAULA: Los artistas ya esperarán vuestra llamada, ¿no?

M. ÁNGEL: Bueno, Corona es muy respetuosa con el trabajo de los artistas y buscamos calidad, es decir, dejar libertad creativa. Entre ellos mismos se comunican y dicen que aquí da gusto trabajar. Nosotros felices, claro. Hemos conseguido que esta gente sean embajadores de las fallas fuera de Valencia. Javier Jaén, por ejemplo, termina sus conferencias por el mundo hablando de su experiencia con Corona.

M.JESÚS: ¿Y las personas más mayores? ¿Lo comprenden?

M. ÁNGEL: Pues mi madre, por ejemplo, ve 'Lladrós' y le encantan. Pero su generación vivió la época del franquismo y sabían que el artista tenía el ingenio de pasar la censura. Era un tiempo en el que las instituciones iban a los talleres y les quitaban lo que no les gustaba. Las fallas eran una prensa muy ácida contra la autoridad. Ahora, tú les explicas lo que hacemos, que la fiesta es diversa y transversal y están encantados. Lo importante es no hacerlo todo a la vez, de golpe.

PAULA: Pero hay gente que cree que eso no es una falla.

M. ÁNGEL: Es verdad pero es que cada comisión marca su camino.

Acabamos el café y pedimos un taxi con destino a la Ciutat Fallera. Allí nos espera Manolo Martín. Este barrio perteneciente a Benicalap tuvo su origen en 1965. La Marquesa de Paterna del Campo (cuyo nombre figura ahora en la calle principal del polígono) cedió los terrenos con el único condicionante de que se destinara a la actividad fallera. Así sigue siendo. En este polígono de casi 24.000 metros cuadrados sigue habiendo enormes naves destinadas al arte fallero. Un cartel cerámico preside cada uno de los espacios. Vemos el que pone: “Manolo Martín. Artista fallero”. Hemos llegado.

“Ahora estamos trabajando en estas esculturas que ya hicimos para el Documenta de Kassel. Fíjate que aquellas se quemaron en Alemania y estas no”, nos explica Manolo mientras se ríe tan fuerte con los ojos que casi los hace desaparecer. Martín habla de 'Los Desastres de la Guerra', un proyecto de Daniel García Andújar que reflexionaba a propósito del expolio de la Segunda Guerra Mundial. Vemos figuras clásicas griegas colocadas dentro de jaulas de madera. “Así era cómo se trasladaban entonces”, confirma Martín. 

Ahora, parte de esa obra que se expuso en Alemania -'Caballo de Troya' concretamente- se ha trasladado al Centre del Carmen de Cultura Contemporània. Aquí se pretende homenajear la memoria de los miembros de la Junta del Tesoro Artístico durante la Guerra Civil: “Por ejemplo, cuando se sacaron las obras del Museo del Prado antes de la Guerra Civil y las Torres de Serranos se acorazaron para acogerlas por si las bombardeaban, para que se salvara el arte”. De eso va esta exposición.

M. ÁNGEL: ¿Y la gente en Alemania entendió totalmente el proceso de la cremà?

M. MARTÍN: Absolutamente. Quemamos el monumento delante de 20.000 personas. Incluso preguntaron menos veces por qué la quemamos. Aquí, cuando vienen y me preguntan: ¿Por qué la quemáis? Yo siempre digo: ¡Hostia! La pregunta del millón, la que llevo respondiendo desde que tengo 5 años, la pregunta que más me gusta que me hagan en una entrevista... ¿No me lo vais a preguntar vosotras, no?

M.JESÚS: No, no. Nosotras somos valencianas, hemos sido falleras y lo entendemos perfectamente.

Las risas van chocando contra el elevado techo de esta nave y el eco llega atravesando esculturas y ninots. Entramos en la 'Zona Corona', según palabras del propio artista. “¿Me puedo subir arriba?”, pregunta Paula: “Es para haceros una foto desde allí”, insiste. Manolo accede y mientras Paula sube, él me explica detalladamente en qué consistirá.

M. MARTÍN: Cuando se quemó la falla del año pasado, la gente se llevó parte de esa llama a un quinqué, a un calentador de gas; de ahí encendieron un cigarro o con el mechero prendieron la leña de una paella.

M. ÁNGEL: Es la idea de que el fuego se transforma. La falla es una finca de 3 alturas, un total de 9 metros. Habrá una calle nueva porque se crea un espacio nuevo. La calle se llamará 'Jean Cocteau' y queremos hacer también una comisión efímera. Esto conecta con la falla infantil que realiza Cap de Suro y que representa a un grupo de niños de ese nuevo barrio de la falla de los mayores, que están jugando a crear su barrio ideal donde hay museos para niños, una muchacha con movilidad reducida, un barrio donde no se pierde la esencia de la huerta, etc...

M. MARTÍN: Y esto que tienes aquí es el edificio. Tenemos poco montado pero mucho realizado. Estos paneles son módulos que ya hemos pintado. Tenemos premontado un tramo de altura. Luego lo desarmamos en bastidores pero con piezas ya puestas y lo llevaremos a la falla el día de la plantà. Dentro de la casa habrá una estufa con el fuego que los falleros han ido conservando del año pasado y una cama. El fuego estará siempre encendido y habrá un calor agobiante para que la gente lo perciba. 

M. ÁNGEL: Por cierto, Manolo, ¿el calor de la estufa va a afectar al edificio?

M. MARTÍN: A ver, es que es una novedad tan grande la que estamos haciendo... La cremà antes de empezar no la habíamos vivido nunca. Fermín quiere que haga mucho calor pero yo creo que tanto como él quiere no hará. 

M. ÁNGEL: Él quiere dormir dentro de la falla los días centrales para que no se apague el fuego.

El rostro de Manolo mantiene una mueca constante de asombro y orgullo. De enorme satisfacción por el trabajo realizado. También de una extraordinaria generosidad por ponerse a trabajar bajo las órdenes y de la creatividad de otro.

M. JESÚS: Cuando te llegó esta idea, ¿qué pensaste?

M. MARTÍN: Locuras, las de siempre. Ya no sé si son más peligrosos los falleros como Miguel Ángel o los no falleros como Fermín. Los falleros quieren mucho volumen y los que no son falleros no entienden de volumen. El otro día vino Fermín y dijo: ¡Qué grande el edificio! Yo le dije: “¡Hostia claro, pues es la mitad!”. Ahora en serio, a mí me gusta mucho trabajar con gente ajena al mundo de las fallas porque es muy divertido y aprendes mucho. La idea me gustó mucho y, sobre todo, el hecho de trabajar con carpintería. Lo único que hubo es que cuando nos sentamos la primera vez nos asustamos. 

M. JESÚS: ¿Por qué?

M. ÁNGEL: Por el dinero. Corona es de grandes ideas pero presupuestos modestos. 

Las risas vuelven y Paula también. Desde las alturas debe verse algo asombroso. Algo así como el boceto de un edificio anodino, muy modesto, de un barrio humilde. “Fermín quería que el edificio fuera así. La sala será blanca con una luz muy fea. Muy aséptico. Quiere dar tanto protagonismo al fuego que el resto no debe llamar la atención”, explica el presidente de la Falla Corona.

Es verdad que tales novedades en una tradición tan ancestral como las fallas pueden asustar a cualquiera. Si eso pasa, no duden en hablarles de la famosa falla que en el año 1954 Salvador Dalí diseñó para la comisión El Foc. La falla se titulaba 'Corrida de toros surrealista' y era la particular visión de Dalí del mundo taurino, con un enorme busto mitad Dalí, mitad Picasso, que lo presidía todo. La falla, naturalmente, no fue comprendida por nadie y muchos de los artistas falleros de la época -Regino Mas a la cabeza- se quejaron por contratar  alguien de fuera de la ciudad. 

M. MARTÍN: Es que aquí ha habido siempre pique. Sobre todo cuando dos naves (de la Ciutat Fallera) competían en categoría especial.

M.JESÚS: ¿Y esto de ser artista fallero te viene de tu padre?

M. MARTÍN: Sí, mi padre era artista y empezó con esto hace muchos años y yo venía cuando era pequeño. Eso era muy común. Luego, nos hayamos dedicado a o no al mundo del arte, era muy habitual venir con tu padre los fines de semanas y los veranos. Por eso nos conocemos todos aquí. 

Antes de irnos Miguel Ángel señala a una pared. Nos sorprende ver la primera maqueta del Gulliver del río, una auténtica reliquia. Manolo creía que la había perdido pero Miguel Ángel llegó un día, la vio y le dijo: “Algo haremos con esto”. ¿Quién sabe si la falla del año siguiente?

Salimos de la nave y antes de despedirnos, con el único gesto serio que Manolo nos regalará esta mañana, afirma emocionado: “Aquí hay mucha solidaridad. Y de eso te das cuenta cuando hay una gran tragedia, que una falla se caiga, por ejemplo. Entonces las rivalidades se acaban. A mi padre le pasó algo así y recuerdo que todos fueron a ayudarle. Todos. Yo creo que las fallas son justamente eso. No encuentro una definición mejor”.

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