Hinojo: El aroma de la nostalgia

©FURIOSOstudio, ©Paula G. Furió. Todos las imágenes y textos publicados en esta web están sujetos a los derechos de autor y no pueden ser utilizados sin autorización.

Quizás el exilio no sea un lugar sino un estado de ánimo. Uno que se parecería a la melancolía. A veces, con determinados sabores y olores mitigamos esa nostalgia. Cuando entramos en el piso de Mery -situado en el ensanche valenciano- una mezcla extraordinaria de olores invade nuestros sentidos. En la cocina que Mery comparte con su hermana Mili se gestan los platos que dan forma y fondo a un proyecto gastronómico apasionante llamado Hinojo. No sabemos si estamos más felices por poder disfrutar de una comida y una sobremesa con ellas, sus amigos, sus parejas, sus hijos y mascotas o si, en verdad, lo que nos apetece es degustar esos platos tan estéticos que retratan en su cuenta de Instagram. Y es que más que fotografías esos alimentos parecen pinturas. Exactas y apetecibles. Como cada una de las reflexiones que componen esta entrevista.

La casa que ahora visitamos es la misma que ya recorrimos junto a Lawerta, el ilustrador valenciano al que entrevistamos hace unos meses. Antes de empezar la entrevista Lawer se asoma a la cocina, el lugar donde estamos haciendo la entrevista. Nos sirve unas copas de vino y desaparece en el momento en el que sus hijos le reclaman desde la habitación. Conversamos mientras Mili y Mery y cocinan un curry de lentejas que desprende un aroma tan intenso que alcanza cualquier rincón de la casa.

M.JESÚS: ¿Recordáis el primer plato que comisteis?

MERY: Yo no, la verdad.

MILI: Yo me recuerdo comiendo mucho dulce de leche.

MERY: Yo también te recuerdo entre mucho dulce leche... (risas)

MILI: Me comía un bote entero a cucharadas.

PAULA: ¿Y te gusta tanto ahora?

MILI: Sí... pero no puedo comer por la lactosa.

Cuando estás con las Hinojo todo parece una celebración. Ellas han heredado una hermosa tradición en la que disponer los alimentos en las mesas y manipularlos hasta conseguir sabores increíbles supone una auténtica fiesta. Pero no siempre fue así. No, desde luego, en los inicios: “Nosotras llegamos en el año 2002. Mery tenía 15 años y yo 13. Para Mery fue mucho más traumático que para mí”, recuerda Mili. Su hermana lo corrobora: “Es verdad que fue muy traumático. Yo estaba en la época de salir con mis amigas a todas horas y fue súper duro. Es verdad que yo me negaba a venir a España hasta que un día vi a un señor comiendo pollo crudo en la calle y le dije a mi papá: “Sí, vámonos”.

Fue la época del llamado 'corralito argentino', es decir, la pesadilla económica de millones de argentinos que el día 3 de diciembre de 2001 escucharon con estupefacción cómo el presidente Fernando de la Rúa decretaba el estado de excepción. Suponía la imposibilidad de disponer del dinero efectivo depositado en los bancos por parte de los titulares, es decir, de los ciudadanos. El país vivía un estado de alarma con una grave crisis y una deuda de 100.000 millones de dólares. Llegaron el caos, las protestas, las represiones -murieron varias personas- y la pobreza. El presidente salió del país en un helicóptero y todo se convirtió en ruina: “Mis papás se quisieron ir por la inseguridad, porque todo era muy caótico. Nuestros hermanos pequeños tenían 7 y 8 años. Mis padres pensaron que si no se iban con nosotros, nos acabaríamos yendo nosotros solos”, comenta Mili.

M.JESÚS: ¿Y cómo llegáis a España?

MERY: La primera opción fue Canadá pero a mi papá le pareció demasiado cambio: idioma, clima..

MILI: Iba a ser demasiado traumático. 

MERY: Mi papá se vino dos meses antes a Madrid y a Barcelona. Luego conoció Valencia y la vio más habitable.

MILI: Sí, más tranquila. Aquí era más fácil de empezar de cero. Aquí encontró el equilibrio.

Nada más llegar a Valencia montaron el restaurante argentino Che Baires gracias un traspaso de otros argentinos. Ellos nunca se habían dedicado profesionalmente a la cocina. Ambos habían estudiado turismo pero sí tuvieron algunos kioscos o cafeterías en Buenos Aires. Sin embargo, ambas recuerdan que en su casa siempre se cocinó: “Recuerdo a mi padre diciendo: 'el sábado a la noche, tomo una receta de un libro y la hago. Les gustaba cocinar pero solo en ocasiones especiales y, eso sí, se pasaban el día entero allí”. 

MILI: En Argentina, en general, todo el mundo cocina mucho. El asado, por ejemplo, es el acontecimiento del domingo. Son horas y horas.

M.JESÚS: El asado, por ejemplo, ¿siempre ha sido cosa de hombres, no?

MILI: Sí , las mujeres hacían las ensaladas y los acompañamientos. Ellos la carne.

Las dos tienen difusa en su mente esa primera época. Llegaron a una ciudad nueva y desembarcaron en el Instituto Ferrer i Guàrdia de Benimaclet: “Nosotras veníamos de un colegio de psicólogos estilo Montessori y nos metieron en un instituto público de Benimaclet que, en aquellos años, no era el barrio guay que es ahora”, dice Mili. “Éramos las argentinas de la clase”, apunta Mery. Se trataba de principios de los 2000, cuando empezó a llegar la inmigración a España.  

MERY: Tuvimos clase de apoyo de valenciano.

MILI: Los profesores vieron que para nosotras era algo traumático y nos acogieron bien.

MERY: El primer día recuerdo que me hicieron leer en voz alta en valenciano.

MILI: Yo no sabia ni que existía el valenciano ni Valencia...

MERY: Mi padre vino primero y luego mi madre viajó con nosotros cuatro.

MILI: Se trajeron un contenedor con los muebles y todo. Fueron meses de mudanza y recuerdo que teníamos que participar  todos. Aunque los peores días de mi vida fueron en el aeropuerto. No teníamos pasaporte italiano y entramos como ilegales. Mi madre no nos dejaba llorar en el aeropuerto porque no podía parecer que nos íbamos para siempre. Yo creo que incluso tuvieron que comprar billetes de ida y vuelta.

MERY: Hasta que no tuvimos los papeles no podíamos tener ni teléfono. Dormíamos en colchones en el suelo. Parecía que éramos súper pobres pero no... (risas)

MILI: Lo que pasa es que el barco con los muebles tardó un mes en llegar. Por eso teníamos los colchones en el suelo y comíamos los seis en una mesita de jardín...

MERY: Yo recuerdo despertarme llorando los primeros días y mi mamá tenía que dormir conmigo.

MILI: Yo sí echaba de menos a mis amigos pero para mí lo importante era la familia.

MERY: Claro, pero yo era adolescente. Los últimos quince días en Buenos Aires se fueron todos a casa de mi abuela y yo me fui a vivir con mis amigos.

MERY: Pero una vez nos dimos cuenta de la calidad de vida de Valencia, de poder salir tranquilas por la calle, ya se nos quitó la morriña. 

MILI: Yo recuerdo pasar miedo por los secuestros express, aquel último año en Buenos Aires fue muy complicado.

M.JESÚS: Y ahora cuando volvéis, ¿es impactante?

MERY: Para mí es como si no hubiese pasado el tiempo. Como cuando vienen mis amigas que vienen siempre de visita. Todo sigue igual.

MILI: Yo me noto muy ajena cuando voy. No me entiendo tan bien con la gente de Buenos Aires. Cuando voy, me siento como extranjera

MERY: Para mis padres debió ser tan difícil.

MILI: Cuando lo pienso los aplaudo. Tenían 35 años y se marcharon con sus cuatro hijos y sus dos cojones a ver lo que pasaba. No sabían si iba a funcionar y seguro que pensaban que se tendrían que volver... Recuerdo que una vez escuché a mi padre cómo le decía a un amigo que en Buenos Aires, aquel último año, no estaba tranquilo hasta que llegaba a casa y veía que los cuatro estábamos dormidos.

Presenciamos este intercambio de recuerdos entre las hermanas Hinojo con un mezcla extraña de ternura y alegría. No debió ser fácil para ellas -como no lo es para nadie- dejar su hogar, sus amigos, su ciudad. Y  hacerlo porque los que mandan nunca tienen en cuenta las consecuencias en la vida de las gentes. La única que importa.

Mili y Mery tuvieron que enfrentarse entonces al complejo proceso de inmersión en una ciudad que no era la suya y con unos amigos que no eran los suyos.

MERY: Empezamos a salir con el grupo de sudamericanos del colegio que no era lo que hubiésemos elegido pero era lo mas fácil. Todavía no sabíamos utilizar las palabras de aquí. Además nos vestíamos de forma distinta, con bailarinas o Converse, y ellos se burlaban de nosotras. Empezamos a salir por El Carmen donde se hacían muchas fiestas argentinas. 

MILI: Luego nos dimos cuenta que era un gueto y sólo eran argentinos que quedaban para hacer cosas de argentinos y comer cosas de argentinos. 

MERY: Nos dimos cuenta de que estábamos en otro país y que debíamos abrirnos y conocer al mayor número de gente posible. 

MILI: Hasta que conocimos a Vio, no teníamos amigos valencianos.

MERY: Es verdad, Vio es la amiga mas antigua.

Y de pronto, como si todo estuviese ensayado y lo que ustedes leen se pareciera a una obra de teatro, aparece Vio (Violeta) -exultante y enérgica- y les dice a las hermanas: “¡Pero qué guapas estáis!”. Llegan, naturalmente, los besos y los abrazos. Como si no se hubieran visto desde hace siglos. Se sirve una copa de vino, le decimos que justo estábamos hablando de ella y nos confirma que la suya es una amistad que dura décadas y que se extenderá en el tiempo sin fisuras.

Y entonces llegó la pasión por la comida, quien sabe si como último refugio para volver al lugar del que tuvieron que marcharse o si, por el contrario, les permitía estar en contacto de un modo distinto: cocinando juntas, en silencio o a través de conversaciones torrenciales e íntimas. Cocinando para otros, para ellas mismas. Cocinando, sin más.

MERY: Mis primeros recuerdos cocinando es en casa mi abuela paterna. Mili y yo íbamos a dormir allí y ella nos enseñaba a cocinar, a coser, manualidades. Recuerdo que me entró la curiosidad ahí de cómo hacer una salsa. Ella decía que no le gustaba cocinar, que solo lo hacia por amor.

MILI: Sí, mi abuela hacía talleres con nosotros, por ejemplo, hacer gnocchi de patatas. Y nos traía gorros de cocineros que nos lo poníamos... 

MERY: Hubo un año que suspendí un montón de asignaturas y mis padres me prohibieron ir a ninguna discoteca. Entonces yo me quedaba en casa cocinando y cuando mis amigas volvían de fiesta, quedábamos para cenar y contarnos lo que había pasado. Comíamos dulce de leche, pasta, pizzas.. Es como el primer recuerdo que tengo cocinar para gente.

MILI: ¿Vos te acordás de la salsa de tomate que hacías cuando llegamos aquí?

MERY: Sí, claro. Yo cocinaba para mis hermanos cuando veníamos del colegio porque mis padres trabajaban. 

M.JESÚS: ¿Siempre has cocinado para los demás?

MERY: No, también cocino para mí. Cocinar me desestresa también. Me relaja.

MILI: A mí me gusta cocinar para otros. De pequeña no me gustaba. Empecé en el 2010 cuando lo dejé con mi ex y tenía mucho tiempo libre... (risas) Empecé a cocinar dulces que es lo que siempre me gustó. Cocinar para mí no tanto. Lo me gusta es alimentar a los demás.

Y en 2015 nace Hinojo, el proyecto gastronómico en el que andan imbuidas y al que dedican buena parte de su tiempo. “El nombre Hinojo nos gustaba porque es el pueblo de la parte italiana de mi familia y también nos gustaba por el propio alimento, comenta Mery. En aquel año Mili trabajaba como diseñadora en una empresa de zapatería y estaba muy cansada. “Muchas horas por poco y con un trato regular”, dice Mili. Así que renunció: “Allí trabajaba con Pinterest para inspirarnos y al final yo me di cuenta que veía más fotos de comida que de zapatos”.

M.JESÚS: ¿Recuerdas el momento exacto en el que nace Hinojo?

MILI: Un día que ya estaba hasta las pelotas llamé a Mery súper agobiada y le dije: “Vamos a tomar algo y busquemos algo que hacer y que nos guste porque yo no puedo más”.  Había trabajado en Chebaires, el restaurante de mis padres pero quería hacer algo yo. Tuve una época de buscar mi vida y me fui tres meses a Buenos Aires a hacer un curso de calzado artesanal. Me lo pasé muy bien pero al volver,entré en crisis con la carrera y no sabía que hacer. Y llamé a Mery y le dije eso, que pensáramos algo.

MERY: Por esa época habíamos empezado a comer mejor. En Valencia empezaba a sonar de lejos el boom de la cocina saludable. Suena raro pero nunca nos imaginamos hacer un negocio de esto.

MILI: No, era como tener una motivación. Cada miércoles quedábamos para cocinar. 

M.JESÚS: Es que una de las cosas que caracteriza a Hinojo es que cocináis juntas. Es un poco volver a los orígenes de juntarte con alguien y conversar, ¿no?

MILI: Sí, además yo ahí me di cuenta de que lo único que tenés es la familia. Acá no teníamos otra cosa.

MERY: Sí, Mili iba a estar siempre. Amigos podría cambiarlos pero a Mili no.

¿QUÉ SITIOS, INGREDIENTES O PLATOS DE VALENCIA OS GUSTAN?

MILI: LO QUE ME GUSTA ES QUE TENEMOS LA HUERTA CERCA Y COMEMOS COSAS MUY FRESCAS. EN ARGENTINA YO NO LO VEÍA, NO SABÍA DE DÓNDE SALÍAN LAS COSAS.

MERY: A MÍ ME GUSTAN MUCHOS LOS RESTAURANTE DE AQUÍ. DESDE EL BOUET HASTA EL MARROQUÍ DE LA CALLE PUERTO RICO. Y MI GRAN DESCUBRIMIENTO FUE EL ARROZ AL HORNO. SON INGREDIENTES QUE EN MI CEREBRO NUNCA SE HUBIERAN COMBINADO. UN ARGENTINO NO ENTIENDE QUE ESO SE PUEDA MEZCLAR Y ESTÉ BUENO. O LOS BOCADILLOS DE CALAMARES. NUNCA HUBIÉRAMOS PENSADO METER ESO DENTRO DEL PAN. ES COMO SI YO TE DIGO METER MACARRONES EN UN BOCADILLO...

MILI: LO QUE ECHO DE MENOS DE ARGENTINA ES EL HELADO Y LA PIZZA, SIN DUDA. NADA QUE VER CON LOS ITALIANOS. LA PIZZA ARGENTINA ES GORDITA Y EL QUESO CUESTA QUE SE SEPARE Y SE HACEN UNOS HILOS INTERMINABLES Y DELICIOSOS. EL HELADO ARGENTINO ES MUY ESPESO Y CREMOSO. Y PARO DE HABLAR PORQUE EMPIEZO A BABEAR... (RISAS)

Nadie sabe bien cómo ocurrió pero sí se tiene constancia de que antes no se fotografiaban los platos que uno iba a comerse. No se inmortalizaban como se inmortalizan los rostros. Explotó el 'boom foodie' y todo cambió: blogs de cocina, instagramers, programas de televisión como Master Chef, Canal Cocina, etc... Todo se convirtió en comida. Y la comida nos explicaba a cada uno de nosotros: dime cómo cocinas y te diré quién eres. “Uno de los planes que tenía de pequeña era quedar con mi amiga para ver los programas de televisión de Dolli Irigoyen, una cocinera argentina muy conocida”, explica Mery. “Ver cocinar a alguien es como ver a alguien dibujar, ¿no?”, pregunta Paula. Y sí, claro. Tiene algo de hipnótico. 

MILI: Era un momento en el que se estaba hablando mucho de vida saludable, de cambiar de estilo de vida. Además, con la llegada de ingredientes como aguacates, chía o quinoa era una buena excusa para cambiar de hábitos y aprender.

MERY: Recuerdo ir al mercado de Ruzafa y ver unos pepinos rarísimos y preguntábamos de todo a la señora del puesto. Una vez hicimos mermelada de calabaza y se la llevamos a la señora del mercado.

MILI: Mery es de hacer muchas mezclas. 

MERY: Es verdad, tengo un montón de libros, veo la foto y me inspiro para combinar sabores pero no sigo la receta al pie de la letra.

M.JESÚS: ¿Tú te ocupas más de vuestra cuenta de Instagram, no Mili?

MILI: Sí y siempre supimos que lo importante de la cuenta debía ser la comida. Nos mantuvimos al margen de salir. No nos creímos que éramos lo importante.

MERY: Sí es verdad que los bloggers que nosotros seguimos y viven solo de eso, se muestran en sus imágenes... 

MILI: Pero nosotras siempre fuimos tímidas y vergonzosas o quizás es que no nos creemos tan importantes... Nosotros no somos de postureo ni cosas de esas. Nadie que nos siga en Instagram nos va a ver en la calle y nos va a parar.

M.JESÚS: ¿Cuál es vuestro futuro con Hinojo?

MILI: Lo que casi todos los bloggers de cocina quieren es tener su propio restaurante pero eso es porque no tuvieron un restaurante nunca y no saben lo que significa... (risas) Sí que nos gusta el restaurante y que la gente coma tu comida pero es muy estresante. A mí no me compensa con la satisfacción. 

MERY: A mí me gusta estar en mi casa por la noche y cocinar para mi familia.

M.JESÚS: Pero hay otras fórmulas más eventuales, ¿no?

MILI: Claro, hacemos talleres y cursos. Nuestra idea es compartir la filosofía Hinojo que no es otra que la comida rica y saludable.

La conversación se interrumpe porque Lawer entra por la puerta de la cocina y nos avisa del hambre que tiene. “¿Pongo ya la mesa?”, pregunta a su mujer mientras las Hinojo, Vio, Paula y yo brindamos por este rato de recuerdos y amistad. Mery le dice que sí y entonces Lawer avisa a sus hijos para que se laven las manos. Nosotras llevamos el vino que queda a la mesa y las Hinojo llenan los platos de un delicioso curry de lentejas y arroz salvaje. 

Lo mejor de comer en casa de las Hinojo no son los vinos, ni la deliciosa comida, ni la belleza estética de sus platos. Lo mejor son las sobremesas y las risas. La conciencia de que juntarse para comer los mejores productos tratados con amor es lo más parecido a la felicidad. Les damos las gracias y brindamos por ellas.

Previous
Previous

Falla Corona: Habitar el fuego

Next
Next

WDC València 2022: 'L'esmorzar' es nuestro ritual