WDC València 2022: 'L'esmorzar' es nuestro ritual

Branded Content para WDC València 2022

©FURIOSOstudio, ©Paula G. Furió. Todos las imágenes y textos publicados en esta web están sujetos a los derechos de autor y no pueden ser utilizados sin autorización.

Se dice que el origen del esmorzar está en el campo, cuando los agricultores, que se levantaban a las 5 de la mañana, preparaban un gran almuerzo en la huerta a eso de las 9. Muchas veces, los llauros llevaban sus propios productos al bar: tomates, cacaus… naciendo así una duradera simbiosis entre el comensal y el establecimiento. Aún hoy, en algunos bares de Poblats del Nord, si llegas temprano, puedes ver a los agricultores almorzar con las manos llenas de tierra. 

Junto a València Capital Mundial del Diseño 2022 nos interesamos esta vez por la cultura gastronómica del esmorzar, nuestro ritual diario: una breve e intensa celebración de la vida, tremendamente informal, slow y mediterránea. Como es el momento para hablar con amigos y compañeros, esta conversación sobre diseño se celebra en torno a una mesa y en un bar, con Ana Climent (FAM), Joan Ruiz (Esmorzaret) y Sergio Mendoza (El Observatorio). 

-Ei chic@s, me han chivado que el sitio es posible que se llene a partir de las 10
-Os parece si quedamos a las 9:30? Que decís?

Dicho y hecho. Llego a las 9:25, con mi cámara y mi grabadora. Encuentro sin problemas el Bar Polígono, donde la zona industrial empieza a comerse la huerta de Alboraya. El cielo amenaza tormenta y paso rápido bajo el cartel de BAR. Cruzo esas puertas de vidrios amarillos, cada uno con un entramado, pequeños parches de este edificio que para mi sorpresa resistirá bien el temporal. 

La puerta se cierra rápido a mi paso y por un momento me tengo que acostumbrar a la nueva luz. El techo alto, inclinado, la cocina con dos ventanas, la barra, muy larga. El espacio es diáfano y hay muchas mesas preparadas. Se siente la calma antes de un gran banquete. En cada mesa: servilletas, vasos, una botella de agua muy fría, una botella de vino con tapón de rosca, un plato con olivas y otro con cacahuetes. 

A las 9:30, mientras espero a mis entrevistados, comienza la función. Se abren las dos puertas y empiezan a entrar cuadrillas, grupos de trabajadores que vienen juntos, muchos con chaquetas amarillas reflectantes. Solo dos mujeres. El Bar Polígono se ha convertido en una suerte de colmena. El ruido es considerable. Todos se ponen en fila ante la ventana de la cocina y se asoman, hablan con las cocineras, señalan las bandejas que decoran una gran isla industrial y finalmente eligen de las viandas lo que llenará sus bocadillos. El ambiente es de excitación (“No almorzarás, ponte en cola”, me dice varias veces el señor de la mesa de al lado). Ante mi estupefacción, a las 9:45 las bandejas de la cocina están prácticamente vacías. 

Joan, Ana y Sergio hacen su entrada y todo toma una luz distinta. Reencuentros post-pandémicos, abrazos torpes, choques de codos, sonrisas que se adivinan detrás de las mascarillas. Por suerte, había quedado algo de tortilla de patatas y los bocadillos quedan así: para Paula tortilla de patatas; Para Ana, tortilla de patatas con tomate; para Sergio, tortilla de patatas con bacon y para Joan, tortilla de patatas con cebolla a la plancha y longanizas (varias). Aquí se ve quién domina el arte del esmorzar

Joan Ruiz, creó Esmorzaret con el objetivo de poner en valor la cultura gastronómica del almuerzo y también el diseño y la estética de los bares: “El esmorzar es un momento de break súper esperado. Ya en el colegio el momento del almuerzo lo asociábamos a estar con los amigos, a diversión… No tanto por lo que comías sino por el momento de disfrute. Es algo que se perpetúa en el tiempo, tan informal y a nivel gastronómico maravilloso: se ponen en valor comidas sencillas, no necesariamente rápidas pero que cuesta que estén buenas”. Para Joan, mallorquín, en Valencia la cultura del almuerzo es tan potente y maravillosa que llegó un momento en necesitaba expresarlo: “El diseño popular conecta muy fuerte con las emociones, y la gastronomía también. El objetivo de Esmorzaret es poner en valor toda esta herencia cultural y generar una cápsula del tiempo para acercarla a las nuevas generaciones”.   

Ana Climent es la cara visible de FAM, un proyecto familiar que creó con sus padres: “intentamos divulgar los productos de la huerta de Valencia y le damos una visión artística, alejada de lo que es habitual en el sector, para cautivar a un público que, a priori no está interesada en la agricultura”. Edu, su padre es agricultor y se encarga del cultivo de todas las plantas y productos. Ana se encarga de la parte creativa, de las fotografías y de dar forma al contenido. Y Rosa, su madre es la que transforma en la cocina los productos que Edu cultiva en la huerta. Como bien les han llamado, FAM es una “narrativa neorrural para acercar la huerta a los urbanitas”.

Según Sergio Mendoza es ex-diseñador y ahora tiene “un restaurante y medio”, puesto que dirige El Observatorio y junto a su familia co-dirige El Astrónomo. Ahora, además, está de enhorabuena, pues estrena su nuevo proyecto “El almacén de estraperlo”. El Almacén es una tienda en la que se venden y muestran los productos con los que se cocinan en ambos restaurantes y nace con la ilusión de abastecer de igual manera a los vecinos de Patraix. Como él mismo nos explica “es un proyecto de transparencia, una manera de que la gente vea qué cosas está comiendo en el restaurante, su calidad, de dónde vienen, y que entienda los precios”. 

Nos divertimos viendo las carreras de uno de los camareros, propias de un concurso, sin derramar ni una gota de los cremaets que está sirviendo. El otro, sin embargo, no parece estresarse lo más mínimo. El sonido es ensordecedor, casi nos cuesta escucharnos. Nuestros entrevistados hablan sobre diseño, sobre redes sociales, sobre sus proyectos (todos incipientes, excitantes). Me gusta observarles: Sergio amontona las cáscaras de los cacahuetes en su plato; Joan come el bocadillo en diagonal; Ana en un ángulo perfecto de 90 grados. Pienso si la manera de comer dirá algo de cómo somos. 

PAULA: Me gustaría dedicar un momento a hablar del gasto.

JOAN: Tengo que decir que el poder llevar tu bocadillo a un bar, sentarte, y solo pedir tu bebida, es algo que solo he visto en Valencia y en ningún otro lado: ni en Madrid, ni en Galicia, Salamanca… 

ANA: Y cuesta mucho que nos entiendan: ¿Que vais a almorzar una ensalada a las 10 con un bocadillo y un café?

JOAN: Sí, crea cierta confusión (risas). En resumen, el gasto es el uso y disfrute del espacio e incluye la picaeta -unas olivas y unos cacaus o tramussos- y una bebida, por lo que te permite traer tu propio bocadillo de casa. Un almuerzo popular está entre 4,5€ y 5,5€ y el gasto suelen ser 2,5€ o 2,8€.

ANA: Sería como pagar el servicio o el cubierto. 

SERGIO: Exacto. Es hacer el espacio viable para que se pueda mantener.  

PAULA: El diseño habitualmente se percibe como una herramienta superflua o demasiado cara. ¿Creéis que vuestro vínculo con el diseño y la creatividad os ha acercado a vuestra audiencia u os ha dado gratas sorpresas?

SERGIO - Mucha gente piensa que el diseño consiste en hacer cosas bonitas y, en realidad, durante mucho tiempo lo ha sido. La semana pasada, una revista digital muy importante de Valencia publicó en sus redes la última reforma de un arquitecto y lo llamó “Un apartamento de diseño”. Si desde los mismos medios de comunicación se pervierte así la palabra, es normal que luego la gente asocie el diseño a lo caro. En nuestro caso, el diseño está enfocado a la estrategia. Nos interesa más un design thinking que pensar, por ejemplo, en la mesa en sí. Aunque la mesa esté muy pensada, por supuesto, al igual que la lámpara o que la vajilla. He hecho un esfuerzo muy grande para que desde fuera parezca que no hemos invertido esfuerzo. Aunque eso también es una manera de cubrirme las espaldas por si sale mal (risas). Cualquier persona que abre un negocio se ve obligada a pasar por un asesor fiscal, un asesor laboral, o un arquitecto, pero nadie le hace pasar por un diseñador. Y creo que con eso nos ahorraríamos un 70% de las desgracias empresariales que hay en el comercio, gente que abre y a los seis meses cierra.

PAULA - También el diseño de la experiencia, ¿no?

SERGIO - Claro. Si tú consideras que cada persona que entra en tu restaurante va a vivir una experiencia, el enfoque es muy diferente. No me refiero a que venir a mi restaurante vaya a convertirse en la mayor experiencia de tu vida, pero sí creo que cuando vas a cenar a un sitio, un viernes por la noche, después de trabajar toda la semana y haciendo un esfuerzo económico, no pueden estropearte la cena. Quieres que te traten bien. Cuando uno tiene eso claro, es muy difícil que una persona se vaya descontenta de su local. 

JOAN RUIZ - En El Observatorio y en El Astrónomo hay una mano invisible que lo ha colocado todo para que no lo parezca y aún así encaje, para que uno se sienta a gusto. También me parece genial cómo gestionas la redes, dando personalidad y personificando lo que ocurre en los dos espacios. Creo que eso tiene que ver con haber pensado cómo se va hacer la comunicación y cómo se ha diseñado todo. Me parece muy bonito. Creo que pocos espacios han dotado de un alma semejante a sus locales. 

ANA - Y son divertidos, son simpáticos, caen bien. Eso es muy difícil de conseguir. Además, todo esto se ha hecho en Patraix.

SERGIO - Sí, lo curioso es que eso me lo dice la gente como si fuese algo más meritorio, cuando yo creo que es al revés. Sí es verdad que, haber sido consciente de esto, juega a mi favor. Cuando nosotros tuvimos un problema con un restaurante anterior y hubo que buscar sitio, todo el mundo dio por hecho que lo íbamos a montar en Ruzafa. De esto hace seis años, era el boom o curva hacia arriba de Ruzafa. Y de precios hacia arriba también. Entonces la gente no entendió por qué nos íbamos a Patraix. Yo les diría: niños y niñas que queráis montar un negocio, si lo montáis en el barrio de moda no vais a durar ni cinco minutos, porque está lleno de gente con muchos medios y diseñadores que os van a barrer. Vete al campo, a Patraix, a Xúquer, donde destacar sea más sencillo. 

JOAN - Además creo que también hay un vínculo emocional con el barrio y va a ser más fácil que la gente conecte contigo. Es más real, se gana en autenticidad. 

ANA - El éxito se consigue también cuando gente de Ruzafa se va a Patraix a cenar, cuando logras mover a la gente hacia tu barrio. ¿Cómo has hecho para tener a ese público en tu restaurante? Ahí reside el éxito. 

SERGIO - Yo creo que el mejor público somos nosotros y, por lo tanto, es fácil saber lo que la gente quiere. 

JOAN - Pues yo creo que eso es dificilísimo. Volcar tus necesidades o inquietudes y transformarlas para que la gente las considere como suyas también. Creo que es muy difícil. 

SERGIO - Claro, ahí es donde entra el diseño. Como diseñadores, hemos sido entrenados para generarle esto al dueño de Coca-Cola. Yo he trabajado en un banco y ahora no lo haría. En su momento me vino muy bien, pero llegó un punto en que pensé que si mi trabajo servía para algo, tenía que poder decidir a quién quería ayudar; si quiero que ayude a un supermercado, a un banco, a una gran superficie o, por otro lado, al horno de la esquina. Yo prefiero que ayude al horno de la esquina, el problema es que se trata de un negocio que no tiene dinero para pagarme. No puedo vivir de trabajar solo para ese horno. Por tanto, ahí es donde pensé que la mejor manera de hacer esto era convirtiéndome yo en el horno de la esquina. Que mi trabajo me ayude a mí. Si no, al final, somos vendehumos. Si le digo a alguien que le voy a levantar un negocio y que confíe en mí, es porque voy a ser capaz de hacerlo conmigo mismo. Si no, es todo mentira. Esto lo veo muchas veces en los diseñadores. Pienso: esto que me estás intentando vender a mí, ¿serías capaz de hacerlo para ti mismo? Hay gente que es un sí rotundo, y hay gente que ves claramente que no. Es algo delicado. Pero el hecho de llevarlo a cabo en un barrio evita que tengamos la presión de que el proyecto funcione en tres días. Tampoco entramos en listas, ya que, si estás en Ruzafa, en breve deberás aparecer entre los 15 mejores de Ruzafa. Por poner un ejemplo. En Patraix estoy entre los 15 mejores restaurantes...porque no hay 15 (risas). Nosotros no tenemos esa presión y podemos dedicarnos a ir trabajando poquito a poco. Uno se encuentra mucho más a gusto así, sobre todo cuando no se dispone de medios. Con lo que algunos restaurantes de Ruzafa se gastan en una silla, yo tengo presupuesto para hacer muchas cosas.

 

PAULA - ¿Ponéis la mirada en la conocida como alta gastronomía? ¿Os influencia? ¿Os inspira a nivel creativo?

JOAN - En mi opinión, en la alta cocina hay un abanico de diseño que no se enfoca como debería. Me refiero, por ejemplo, al menaje o al emplatado. Ahora bien, cuando está aplicado a que el plato en sí me transporte a algún lugar, a otra época, algo que de alguna forma me emocione, ahí sí es interesante. Creo que, en la línea que comentaba antes Sergio, en muchas ocasiones el mal diseño se ha estandarizado. Se han puesto de moda elementos que no aportan nada. En cambio, gente como Ricard Camarena, por ejemplo, manejan otro tipo de concepto, te transportan a otro lugar. Ese es, en mi opinión, el diseño bien aplicado en la gastronomía.

ANA - Para mí todo esto guarda relación con la experiencia que decíamos antes. Cuando llegas a un restaurante como puede ser el de Ricard Camarena, el diseño está presente desde que entras por la puerta. Hay una persona que te recibe, una que te lleva a la mesa, otra que se encarga de acompañarte durante la comida. Hay una estructura diseñada con un discurso detrás. Todo está pensado y estudiado, incluso las técnicas que utilizan para cada elaboración: cada elemento de un plato consigue despertar nuevos sabores que no tenías registrados en tu paladar. Eso es para mí el diseño, lo que hace que todo encaje y tenga sentido, y que te aporte siempre valor. Algo puede estar muy bien hecho y que el wow factor no esté presente. Y a mí me gusta que me sorprendan, quiero encontrar cosas nuevas. Al menos que se trate de algo que no se me vaya a olvidar pronto. Que me marque. Todo eso al final se acaba notando. 

PAULA - ¿Consideráis que el diseño aplicado a la alimentación puede mejorar la vida de las personas? En caso afirmativo, ¿de qué manera / con qué herramientas?

ANA - Voy a referirme de nuevo a Ricard Camarena porque lo tengo más reciente, pero es que ha tenido el valor de presentar el pan como un plato del menú. Poniéndolo en el menú le confiere un valor intrínseco al plato, a ese alimento que requiere muchísimas horas, ingredientes y elaboraciones para llegar a ser un buen pan, y siempre ha pasado desapercibido. Si un alimento no se pone en valor, acaba devaluándose. El pan, el café, los cacahuetes…¿en qué punto haces ese “click” y lo elevas? No vale decir que ese es el lugar que han tenido siempre. Ese lugar no era el que les correspondía. 

JOAN - Los cacaus, como especialidad valenciana, van a tener su propio momento. Saldrán del gasto y, si los quieres, los pagas (risas). 

SERGIO - Claro, ¿cómo van a valorar los cacahuetes si los regalas?

JOAN - Otra cosa de El Observatorio: los altramuces. Me parecen fantásticos. Con mantequilla, con sal negra…

SERGIO - Y los cobramos.

JOAN - ¡Me parece bien!

SERGIO - Hay gente a la que no le parece bien, pero al que los prueba sí suele parecérselo. Son cosas que están arraigadas en el pensamiento, como por ejemplo que venga una señora y te pida un zumo de naranja en junio. Cuando le respondes que no tienes, te dice “estamos en Valencia, ¿cómo puede ser que no tengas zumo de naranja?”. “Porque estamos en junio y no es temporada de naranjas. En octubre sí tendremos”. La señora se queda mirando y dice “Ay, pues nunca me lo había planteado”. Claro, parecía una tontería, pero ahora todo el mundo lo entiende. Al menos en nuestra casa.

JOAN - Todo viene del desconocimiento. Pasa con el café, con la fruta de temporada, etc. Nos han hecho pensar que eso es lo normal, o que todo tiene que ser barato o gratis. Es necesario que apliquemos y pongamos en valor toda esa conciencia que estamos adquiriendo. 

SERGIO - Creo que eso es algo que tienen en común nuestros tres proyectos. Mediante la divulgación, o recordándole a la gente cosas que nuestros abuelos ya sabían, nos hacemos menos tontos y somos capaces de exigir otras cosas. O de no aceptarlo todo. Si sabemos de dónde viene el cacahuete bueno y lo hemos probado, ya no nos vale cualquier cacahuete aunque nos lo regalen. De la misma manera, si sabes de dónde viene el café ya no te vale cualquiera y, así, un café de 2 euros ya no te parece caro. Te parece caro el malo de 1'10 euros. Paso lo mismo con el pan, con un tomate, etc. 

JOAN - Creo que habíamos perdido todo eso. A nivel familiar siempre he estado muy vinculado con la cocina, con la gastronomía, con el producto, y me acuerdo de lo que era un buen tomate. Cuando me fui a vivir a Madrid, me daba de cabezazos cuando iba a comprar al supermrcado. Error mío, por supuesto, porque no me preocupaba de ir a los mercados. Al cabo de un tiempo me acostumbré a que ese tomate vacío y sin sabor fuese el de cada mañana. Creo que nuestra generación está en ese punto, en un intento por recuperar algo que antes era normal. Las nuevas generaciones, gente de 18 o 20 años, me dicen que suelen comer de Five Guys, McDonald’s, Uber Eats, etc. Recuerdo uno que me dijo “¿por qué no haces una app para enseñarle a la gente a ir a comprar al mercado?” 

ANA - En cuanto a lo que tenemos en común como proyectos, lo que nos une es una voluntad por empoderar al consumidor para que pueda tomar sus propias decisiones a través de la puesta en valor de determinados productos. Disponer del conocimiento para que luego ellos y ellas decidan: dar información sobre lo que se está consumiendo, qué valores tiene cada producto, etc. Creo que a los tres nos interesa esa parte. 

SERGIO - Y eso nos complica mucho la vida. Si yo, para ser honesto conmigo mismo, te digo que no bebas Coca-Cola, entonces tengo que dejar de vender Coca-Cola. Y ahí me estoy tirando piedras contra mi propio tejado. Si vas a cualquier bar, abres la despensa y coges los 200 ingredientes uno a uno, siendo honesto, te cargas el restaurante. 

ANA - ¿No sería esto la base del diseño de una buena gastronomía? 

SERGIO - Exacto. Como la casa. No hay manera de hacer arreglitos. Se trata de tirar la nevera entera. Eso te obliga a replantearte muchas cosas. Por ejemplo, cuando dije que no íbamos a vender Coca-Cola, la cara del repartidor fue de sorpresa absoluta. Hay que tener en cuenta que los comerciales de Coca-Cola ni se plantean que no quieras tener su producto en tu local. Es más, te responden de esa forma un tanto condescendiente “¿y qué vas a tener, Pepsi?”. Y les dices que no, que tampoco. A la gente le explota la cabeza. Eso nos permite vender más vino. El Observatorio, por ejemplo, vende mucho más vino que El Astrónomo. Luego ya entras en el debate sobre qué vinos quieres poner. Porque, obviamente, los vinos que más te gustan no son los que tienen un precio más… guay. El gran truco de la hostelería es comprar vinos que valen 1'50 euros, pero si tú no quieres beberte esos vinos, tampoco se los pones a tu cliente. Por lo tanto, lentamente se va haciendo todo más difícil. Para que esto sobreviva, necesitas a un público que sea consciente de lo que estás haciendo y por qué. 

JOAN - Y también necesitas haber definido previamente tus valores. Hace poco, alguien me dijo “oye, Joan, ¿por qué no haces una acción con Mercadona como la que hizo El Comidista con Carrefour? Le dije que, sinceramente, no me apetecía hacer un bocadillo con el pan y el producto de Mercadona, para que la gente se haga bocadillos y vaya a Mercadona a comprarlos. Me interesa que la gente vaya a la panadería, que sea un pan de masa madre, saludable, etc. Esa acción que me podría reportar un ingreso muy bueno, de repente se volatiliza. Es cuestión de valores. Al fin y al cabo, son lo que te hace sentir tranquilo. 

SERGIO - Eso está al caer, está pasando ya y es el gran problema que veo ahora mismo. Cómo las grandes empresas, están ocupando nuestro terreno. Hemos estado mucho tiempo diciendo que no había que comer pan malo de supermercado ¿y qué hace ahora ese supermercado? Tiene un estante en el que te ofrece un pan que parece bueno, vale 60 céntimos y la gente piensa que está comprando de calidad. Lo mismo pasa con Zara Home, que te vende una colección en la que sale un artesano sexy que parece Richard Gere, con el mono pintando, y te vende los platos de cerámica, la tabla de madera, la lámpara que parece vieja… Están ocupando ese terreno y la gente no distingue lo que hace un ceramista de lo que hace Zara Home. Por ejemplo, Mercadona está haciendo una paella que está buenísima. Entonces, ¿cómo le explicas a alguien que esa paella no es buena, si luego vas a un bar y te ponen una paella horrible? Es delicado. 

JOAN - Como el tomate de Mercadona. El casero, que lleva kilos de azúcar, está buenísimo. Te lo comes y te pega un subidón que alucinas. Pero sabes que no es bueno. 

ANA - No es saludable. 

SERGIO - Pero nos cuesta mucho argumentarlo. 

ANA - Ahí entra el diseño. 

JOAN - El diseño nos va a salvar. 


Los decibelios han bajado. La cocina está recogida, ni rastro de las bandejas, parece que hoy no haya pasado nadie por ella. Tampoco hay rastro ya de las chaquetas amarillas con franjas reflectantes. Estamos a gusto, la tormenta nos da un respiro y un rayo de sol entra por los cristales amarillos. En la mesa solo quedan algunos trozos de pan, huesos de aceitunas y cáscaras de cacaus. Llega el momento de los cafés. 

PAULA - ¿En qué tipo de diseño pensáis que somos más fuertes en la Comunitat? 

ANA CLIMENT - Yo creo que hay un potencial muy grande en el diseño de producto. El otro día fui a la exposición Diseño valenciano (2009-2019). Productos para un mundo global del IVAM de Alcoi y vi piezas que, diez años después, siguen siendo actuales. Eso es diseño. Cuando te alejas un poco, en retrospectiva, ves el diseño de producto de estudios valencianos que han hecho piezas icónicas. Hay mucho potencial. 

PAULA - ¿Qué productos había?

ANA CLIMENT - Desde piezas de Jaime Hayon a Inma Bermúdez, pasando por CuldeSac, LZF Lamps, Ramón Esteve o Vicent Martínez. Es un panorama de representación global, no solo de uno o dos estudios, y en todo era fácil apreciar un punto de diseño valenciano. Una identidad que lo conecta todo y lo convierte en un producto valenciano. Aunque no sabría decirte qué es eso que los conecta, si son las líneas, si el carácter mediterráneo...no lo sé, pero sí sé que lo veo y veo Valencia. 

JOAN RUIZ - Yo creo que Valencia respira muchísimo diseño por muchos lados. La gente es muy creativa, tiene mucha esencia. Pero es muy de la tierra. Creo que durante mucho tiempo se han hecho cosas que no iban con el core de aquí. Ahora, cuando se está haciendo desde el core, la esencia, es cuando realmente luce como tiene que lucir. Coincido con Ana en lo de la estética común e identitaria: cuando se pone en valor es cuando todo florece de una manera espléndida. No hay duda de que aquí hay mucha creatividad y de que, cuando se conecta con la raíz, con la tierra, es maravilloso. 

ANA CLIMENT - Cuando hablo con Francesca, de Tendencias.tv, ella compara el potencial de Valencia con el que vio en México D.F. Se refería a ambas ciudades como espacios muy efervescentes, con proyectos que emergen todo el rato y que, sin embargo, nunca han llegado a alcanzar esa posición de capital. Siempre han estado en un segundo plano, aun teniendo siempre un carácter emprendedor y de diseño muy presente. Creo que ahora tenemos la oportunidad de lucirnos porque tenemos un histórico que nos avala. 

SERGIO - A mí me gustaría añadir que, si bien hemos tenido en Valencia una tradición muy fuerte respecto al diseño de producto, quiero pensar que ahora hay una tendencia de gente que ha pasado de trabajar para otros a llevar a cabo proyectos personales.  Estamos viviendo un gran momento emprendedor. Y eso es lo que puede hacer que Valencia, en los próximos 20 o 30 años, pueda destacar manteniendo un espíritu mediterráneo y una identidad propia. En un momento en el que cada vez se reduce más el número de restaurantes y de comercios, e incrementa a su vez el de grandes cadenas, que son las mismas que encontramos en cualquier ciudad del mundo, creo que el diseño debe estar al servicio del proyecto propio o del proyecto del vecino. Es lo que nos puede hacer mantener una identidad propia en Valencia.

Previous
Previous

Hinojo: El aroma de la nostalgia

Next
Next

Fran Silvestre: Entonces nosotros, ¿qué queremos que sea València?