Estudio Savage: 'Global need local, local means culture'
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En la última película de Paul Thomas Anderson, El hilo invisible, hay una escena en la que puede verse a un par de costureras que deben superar los 60 años. Son frágiles y tienen la cabeza agachada. Utilizan sus manos con delicadeza. Son manos viejas con brío de veinteañeras. No son especialmente cinematográficas ni fotogénicas. Son verdad, que no es poco. Cuando vi esa escena recordé inmediatamente el cuadro de Velázquez, Las hilanderas o la fábula de Aracne, un óleo fechado entre 1655 y 1660. La obra simboliza el paso de la materia (el proceso de hilar) a una forma concreta (el tapiz) a través del poder del arte. Algo parecido sucede en esta película elegante y exquisita, hermosa hasta la rendición. Aquí son vestidos en vez de tapices lo que se crean. Una atmósfera muy parecida percibo en el estudio Savage, en pleno centro del barrio de Russafa. Cuando Adrián Salvador y Lucas Zaragosí nos abren la puerta una luz cegadora y ciertamente mágica -hipnótica- se apodera de nuestros ojos. Ojalá la cámara de Paula la haya captado. Vengo a escucharles, a aprender, a observarles. ¿De dónde salen estos dos genios que no solo han conquistado la moda valenciana sino que además han decidido proyectarla al mundo entero desde lo local?
'Global need local, local means culture', podemos leer en la puerta de su estudio. 'Lo global necesita a lo local, local significa cultura'. Es uno de los mejores lemas que he leído en los últimos tiempos. Uno de los más certeros y coherentes con el proyecto que visitamos. Estudio Savage es la evolución de la marca Siemprevivas que comandaban Adrián y Lucas. Una firma de moda que nació con su primera colección en 2009. En ese momento los dos volvían de Barcelona y se plantearon en medio de la crisis, y como otros tantos jóvenes, sus futuros:
LUCAS: Volvíamos y nos planteamos crear una marca de ropa. Estamos hablando de la época del boom de las pasarelas en cualquier sitio: centros comerciales, plazas y pueblos. Pero nosotros queríamos crear una marca mirando al futuro, sin la necesidad de estar mirando siempre a la pasarela.
ADRIÁN: Claro, no nos planteamos una marca para desfilar, sino de futuro. Estábamos muy alejados de ese ritmo que para una marca tan pequeña como la nuestra no era viable. Ahora nosotros elegimos el momento para presentar una colección, el espacio y las modelos.
LUCAS: Además en esta nueva etapa hemos replanteado todo y, sobre todo, esa visión global de todas las disciplinas del diseño. Ahora hacemos también diseño gráfico o de producto y hemos incorporado a Ramón Arnau y Mariola Reyna con los que ya habíamos trabajado y, además, habíamos sido compañeros de universidad.
ADRIÁN: Lo que pretendemos es estar presentes en todo el proceso creativo. El paso final es ver a las clientas con la bolsa en la mano saliendo de aquí; es una manera de no perder nuestra esencia.
Adrián y Lucas se conocieron porque sus padres y abuelos habían sido vecinos y amigos durante muchos años. Un día coincidieron en el ascensor y los caminos se juntaron hasta este momento. Lucas estudió publicidad en la Cardenal Herrera-CEU, después se marchó dos años a Madrid y de allí a Barcelona. Trabajó en distintos sectores pero nunca en la moda (“Muchas veces digo que yo no sé qué hago aquí”, explica entre risas). “Lo que siempre me había fascinado era la creatividad porque yo soy cero creativo. Por eso, vivir cada día con Adrián, Mariola y Ramón es fantástico”. El camino de Adrián fue inverso: estudió en la Central Saint Martins de Londres y no le gustó la experiencia. De ahí se marchó a la IED (Escola Superior de Disseny) de Barcelona y acabó en Valencia estudiando diseño industrial también en el CEU.
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Lucas y Adrián hablan de un modo compenetrado. Son muchos los años que llevan formando una de las parejas profesionales más estables, jóvenes y emprendedoras de Valencia. Un punto de inflexión se produjo con la famosa marca de bolsos -OneSixOne- que presentaron en Nueva York y que adquirieron mujeres tan conocidas como Michelle Obama o Lady Gaga. La aventura americana, “el gran sueño americano”, sin embargo, nunca les atrajo lo suficiente como para abandonar la autenticidad valenciana:
LUCAS: Llegó un punto en el que todo el mundo nos preguntaba por qué nos habíamos vuelto a Valencia, por qué no nos habíamos quedado en Nueva York. Y nuestra respuesta era: “¿Y por qué no?” Si nuestra casa está aquí. Aquí somos felices. Es verdad que a veces todo cuesta un poquito más, pero lo más importante es la constancia. Hemos pasado épocas mejores y peores. Pero sabíamos que era nuestro proyecto y queríamos vivir de él. Nos tomamos esto en serio; para nosotros la moda no es un juego, es una industria, una empresa. Decidimos hacerlo en Valencia porque nos resultaba mucho más cómodo. Al final hemos encontrado una red de proveedores que en otra parte del mundo sería muy difícil, sobre todo, en el mundo de la artesanía. Tenemos a una de las mejores sopladoras de vidrio a cinco minutos; un tornero de madera en la esquina... Son perfiles que se estaban perdiendo y con los que nos encanta trabajar. En Valencia hay potencial enorme.
ADRIÁN: Al final somos lo que hemos vivido y lo que vemos. La época que pasamos en Nueva York cogimos de ejemplo lo que vimos allí. Diseñadores independientes que no participaban en desfiles. En España, por ejemplo, parece que si no participas no eres diseñador. Y allí vimos pequeños estudios con tiendas-taller en el Soho pero vendiendo en Tokio o Londres. Nos fascinaba ver eso, que tenían una tienda de gafas en la parte delantera. Compatibilizaban un proyecto comercial con otro más romántico y pasional. Y luego ese 'sentirse orgulloso' de ser americanos y de todo lo que hacen. Promover a sus artesanos, a sus proyectos e industria. En España eso no lo veíamos. También ese manifiesto que nos empezamos a crear: 'antes de tomar cualquier decisión debemos cuestionárnoslo todo'. Es lo decía Anni Albers, mujer de Josef Albers a la que no se le conoce tanto pero que era la auténtica promotora de sus ideas. Ella decía 'antes de crear, debemos cuestionárnoslo todo'. Y yo creo que tenía razón.
No será la primera vez que los responsables del Estudio Savage recurran a figuras femeninas para hablar de referentes. Anni Albers -una diseñadora textil, tejedora, pintora y profesora de la Escuela de la Bauhaus- es solo un ejemplo. Y es que Adrián y Lucas saben que las mujeres son su público fiel. La idea de ayudar a construirles un relato, de empoderarlas, es probablemente uno de sus mayores retos y gratificaciones.
¿De qué manera la moda define a una mujer? ¿Cómo puede dotarle de confianza o de inseguridad? ¿Qué códigos no verbales se transmiten con determinadas prendas? Todas estas cuestiones son más importantes hoy que hace diez años, cuando Adrián y Lucas comenzaban. La razón tiene que ver con este movimiento que es ya una realidad: las mujeres se reafirman en todos sus derechos y ámbitos. ¿También en el de la moda?
ADRIÁN: Una de las cosas que nos faltaba cuando comenzamos era el contacto directo con la clienta. Y nos ha ayudado mucho.
LUCAS: Que alguien llame a tu puerta es ya para estar muy agradecidos. Tenemos ese perfil de clienta muy guay que hay en Valencia (hablamos de mujeres pero muy pronto empezamos con moda de hombre) que le dice a Adrián que quiere que le haga algo y que ya verá cuando se lo pone.
ADRIÁN: Sí, la diferencia que vemos es que ahora las mujeres no esperan al día de una boda, un evento o un bautizo; ahora lo hacen y consumen responsablemente el resto del año. Yo me acuerdo de ir con mi madre y mi abuela a principio de temporada a comprar y adquiríamos prendas buenas para esa temporada y no volvíamos a consumir hasta rebajas o la siguiente temporada. Yo me pregunto: ¿de verdad necesitamos ropa nueva todas las semanas?
LUCAS: Nosotros hemos defendido la sostenibilidad siempre. Evidentemente, yo también consumo marcas low cost en un momento determinado. Lo que sí les digo a nuestros alumnos es que dentro de nuestra parcela, debemos poner nuestro granito de arena para producir lo menos posible y lo más conscientemente posible.
ADRIÁN: Esa sostenibilidad empresarial era fundamental desde nuestros inicios. No entendemos la moda como la época de rebajas, no creemos en el “estocaje” en el mundo de la moda, en producir por producir. Todo esto va ligado a la creación de un nuevo imaginario social. La crisis se llevó muchas cosas. En Valencia todavía más. Todo lo que ha pasado aquí nos ha ayudado. Ahora mismo Valencia es un centro de innovación y está por delante de otras ciudades. Y esto es debido a un agotamiento de lo que teníamos antes, muchas mujeres rechazan todo lo que han visto y buscan algo nuevo. Nosotros hemos sido una especie de faro en este sentido. Todos tenemos identidades diferentes a lo largo de nuestra vida y eso es lo que yo creo que le ha pasado a la clienta valenciana.
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La película de Paul Thomas Anderson no se va de mi mente mientras transcribo y redacto este reportaje. ¿Cómo es el trato de los diseñadores con sus musas, con las mujeres a las que ansían vestir? Hace muy poco, Adrián y Lucas diseñaron el vestuario de una obra de teatro que se estrenó en el Teatro Principal de Valencia: Man Ray, de la compañía valenciana Taiat Dansa. Meritxell Barberá e Inma García, directoras de la obra, analizan precisamente las relaciones opresivas, dependientes y dominantes que el fotógrafo tenía con sus musas. La reflexión se abre a todos los artistas hombres con sus modelos femeninas y, de nuevo, pienso en Reynolds Woodcock, el modisto de P. T. Anderson (encarnado en un imponente Daniel Day-Lewis) y su musa Alma (Vicky Krieps).
LUCAS: Llevamos ocho o nueve años colaborando con ellas. Es un proyecto que nos encanta porque estamos enamorados de ellas. Nos parece maravilloso que eso se haga desde Valencia y se exporte a todo el mundo.
ADRIÁN: Ellas sí son unas prescriptoras -unas influencers- reales. Es un gustazo trabajar con ellas, verlas crear. Ellas tienen algo muy difícil de conseguir: una identidad única a la hora de crear.
LUCAS: Esta obra la presentamos en Barcelona y después en el Teatro Romano de Sagunto.
ADRIÁN: Tienen una forma de trabajar muy parecida a nosotros. Invierten tiempo en la creación de un concepto y lo llevan a la estética. Son completas y tienen una visión global.
Conversamos en una mesa de cristal situada en la parte posterior del estudio. Detrás hay una pequeña galería por donde entra la luz y golpea a una planta que parece reverdecer por instantes. De vez en cuando, Adrián echa un vistazo a su mesa de trabajo en la que está acabando de coser una pieza de su nueva colección 'La novia quiere bailar'.
Aunque siempre tuvieron claro que lo suyo era la slow fashion, en el camino hubo momentos complicados, pues estaban saturados y algo enfadados con el ritmo vertiginoso que estaba tomando su proyecto. Quisieron pararlo y lo hicieron a tiempo. No siempre las grandes marcas disponen de ese tiempo para repensarse. Menos aun en esta burbuja digital donde la moda se ha democratizado.
ADRIAN: El mundo del consumo ha perdido un montón de valores. Me sorprende que la gente ponga el grito en el cielo por un bolso de 1.500 euros pero no lo pone cuando va a Primark y ve uno de 3 euros. Ahí, ¿quien está perdiendo? Pues el pobre niño que lo está cosiendo en Tailandia pero, ¿por qué no nos cuestionamos eso?
LUCAS: Ayer teníamos una conversación sobre influencers. Tenemos varas de medir complicadas en este tema. Creo que pueden tener una influencia real si me influyen de una manera real. Desde el momento en el que las marcas les pagan para que enseñen sus piezas, no me pueden influir. Hay un boom de influencers que no nos pueden influir en nada porque no son nada; solo reciben regalos y los suben a sus redes. La gente se está dejando llevar por esta influencia pero no se dan cuenta de que no es real. Siempre nos da rabia que la gente que tiene el poder de cambiar las cosas no lo haga. Es gente que ha empezado como nosotros, muy poquito a poco, enseguida se le sube a la cabeza y entran en esta tendencia.
Adrián y Lucas imparten en Barreira la asignatura 'Cultura del diseño'. A sus alumnos siempre intentan explicarles que los prescriptores/influencers han existido siempre en la sociedad: “Gente a la que valoras y te fijas en ellos”, afirma Adrián. “Hemos de aprender a valorarnos, a tener identidad e individualidad. A través de criterio propio pero también de la cultura en general. Al final les preguntamos quiénes son sus referentes y no hay nadie que nos diga un científico o un médico. Sus referentes son Las Kardashian y Dulceida”. Lucas concluye: “Yo en la universidad les digo que nosotros les enseñamos pero hasta cierto punto, que han de buscarse la vida”. Adrián remata: “Eres lo que ves y, como diseñadores, en la primera clase nos dijeron que no nos iban a enseñar nada, que solo nos iban a enseñar a observar, a mirar”. Y no es poco.
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Como laboratorio de tendencias, Estudio Savage también ha sabido relacionar la moda con el arte. En esa intersección la artesanía ha sido clave: “Para marcas independientes como la nuestra, la artesanía ha sido esa píldora de ayuda para empezar. El problema de la industria es que su propio ritmo no permite la flexibilidad. Nosotros solo conocíamos la moda como algo industrial y bestial pero, para los pequeños creadores, la artesanía te permite flexibilidad y cambiar cualquier cosa durante el proceso de creación”. Un sentimiento contradictorio se apodera de ellos cuando una clienta sale de la tienda con una bolsa en la mano: “Nos encanta vender pero nos da pena. Es tan generoso por parte del artista dejarnos jugar con su obra, manipularla...”. Algunas de las artistas con las que han trabajado para OneSixOne son Kelly Beeman, Anna Talens o Vicky Uslé.
Terminamos la conversación y decidimos dar un paseo por el barrio. El sol brilla, como casi siempre en esta ciudad. Es sábado y el Mercado de Ruzafa y sus alrededores están llenos de familias con niños pequeños, señoras mayores que hacen la compra de la semana, amigos que quedan para el esmorzaret... Es cierto que el barrio tiene dos caras y es un privilegio poder verlas casi al mismo tiempo. Adrián y Lucas nos llevan a uno de sus lugares favoritos, Nozomi Sushi Bar. Cuando entramos, el equipo comandado por José Miguel Herrera y Nuria Morell está preparando el servicio. José Miguel nos abre y abraza a los diseñadores. Empieza a subir las persianas, a correr las cortinas, a quitar los objetos que dificulten una buena foto. El silencio y el respeto característicos de la mesa japonesa se trasladan a la filosofía de un equipo que es, más bien, una familia tan grande que incluye a clientes como Adrián y Lucas. Mientras Paula fotografía, José Miguel no deja de recibir llamadas y rechazar reservas. Todo está completo. Siempre. Y es normal. La espera vale la pena porque esa artesanía de la que hablábamos con Adrián y Lucas en la moda y el diseño, también toma cuerpo y sabor en la cocina de Nozomi. Me acerco a un rincón precioso con cerámica japonesa y José Miguel me cuenta que ha tenido que poner pegamento en la base de cada pieza pues algunos clientes intentaban llevárselos como “recuerdo” de una velada tan especial. Nos reímos todos y les dejamos seguir trabajando. Queremos acabar esta mañana en el mercado, en un puesto de frutos secos al que los responsables del Estudio Savage van con frecuencia.
LUCAS: Paseando por aquí me doy cuenta de que en Valencia siempre se han hecho cosas, solo que antes había otros asuntos que las tapaban. Pero Valencia siempre ha sido creativa. Ahora, afortunadamente, no tenemos nada que deslumbre más que esto. Es el momento de las pequeñas cosas que van generando la identidad de nuestra ciudad.
ADRIÁN: Antes parecía que solo sucedían cosas interesantes en Madrid. De hecho, para que un creativo llame la atención desde Valencia necesitaba un esfuerzo mucho mayor que en Madrid o Barcelona.
Estamos a punto de despedirnos cuando Adrián nos dice que descubrieron Ruzafa tarde. Mientras se aleja, Lucas nos cuenta que le pone muy desficioso que su compañero nunca descanse, ni sábados ni domingos. A él, en cambio, le gusta desconectar y disfrutar de otros placeres.
M.JESUS: ¿Qué es para vosotros el nuevo lujo?
ADRIÁN: Esto que estamos haciendo ahora.
LUCAS: El tiempo. Nuestro tiempo.