Arquilecturas: “un día en el campo vale más que uno de clase”
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Septiembre es el mes de la vuelta al colegio y desde València Capital Mundial del Diseño 2022 quieren explorar la confluencia entre diseño y educación en nuestro territorio. Aquí comienza una serie de reportajes y entrevistas con personas referentes del ámbito de la creatividad que, desde distintas temáticas, muestran la idea de que el diseño es uno de los elementos identitarios de una ciudad próspera, inclusiva, creativa, sostenible y resiliente. Probablemente, no haya un mejor proyecto en nuestra ciudad para hablar de la relevancia educativa del diseño y la arquitectura que Arquilecturas, Espacios para la Infancia, un proyecto educativo que pretende acercar la arquitectura y el diseño a las niñas y los niños. Nos encontramos con sus fundadoras, Sonia Rayos y Silvana Andrés, en su estudio del centro de València, un lugar que anteriormente fue ocupado por la galería Pepita Lumier. Silvana y Sonia se conocían de grupos de crianza, una especie de crianza compartida. Sonia empezó a mandar su currículum a colegios y Silvana, que trabajaba en el Pío XII, le contestó proponiéndole un taller de arquitectura para niños y niñas que ella estaba empezando a desarrollar. También le contó acerca de un proyecto que hay en Finlandia y que se llama Arkki (School of Architecture for Children and Youth), que trabaja la arquitectura como herramienta de aprendizaje. La situación profesional de Silvana en el colegio fue cambiando y, casi sin conocerse, llevaron a cabo el proyecto juntas. Arquilecturas acababa de nacer.
- ¿Qué os impulsó a acercar la arquitectura y el diseño a los niños y niñas?
SILVANA: Se trataba de pensar un poco en lo que queríamos nosotras para nuestros hijos, lo que nos hubiese gustado encontrar como madres, pues veíamos una carencia en el trato hacia la infancia que a veces era, en nuestra opinión, poco profesional. Siempre nos ha parecido que faltan profesionales de cualquier disciplina que trabajen al servicio de la infancia. Nuestro sueño era poder trabajar con diseñadores, fotógrafos y arquitectos para tratar de inspirar un poquito a las escuelas. No sólo que fuesen actividades que se hiciesen fuera de la escuela, sino vincularlas a contenidos curriculares, porque se pueden trabajar muchas disciplinas, como por ejemplo las matemáticas manipulativas, con ideas de espacio.
SONIA: Empezamos haciendo talleres en museos, en algún espacio para la infancia, y enseguida entramos en colegios haciendo talleres para niños y niñas. Pero ¿qué sucedió? El propio profesorado se dio cuenta de que los conceptos que estábamos introduciendo a través de estos talleres lúdicos los niños y niñas los interiorizaban y les decían: “Ay, esto es lo que hemos visto en Arquilecturas”. Eso nos pasaba muchas veces y nos hacía mucha gracia porque nos lo contaba el propio profesorado. Es más, comenzaron a pedirnos formación para ellos mismos. También, al mismo tiempo, contactó con nosotros el CEFIRE, el Centro de Formación de Profesorado de la Conselleria de Educación, y nos contrató para formar a profesores y que estos pudieran utilizar la arquitectura como herramienta de aprendizaje.
- ¿Y luego llegó el Centre del Carme, no?
SONIA: Eso es, el Centre del Carme nos contactó y nos pidió talleres para 0-3 años. Claro, les dijimos que no sabíamos muy bien qué podíamos hacer para esa edad. Es decir, en realidad, para esa edad tiene que ser algo experimental, vivencial, que el espacio sea el propio juguete. Así es como surgió el Espai de Telles. Esto hizo que el propio CEFIRE nos dijera que, además de formar en arquitectura como herramienta de aprendizaje, querían que formáramos sobre el espacio. A partir de ahí empezamos a hacer también formación de profesorado y a diseñar más espacios para la infancia, la mayor parte de ellos efímeros, o como los Espai de Telles, que son permanentes. El primer espacio es en el Centre del Carme de València, el siguiente se hizo en el Museo de Bellas Artes de Alicante, el MUBAG; el tercero se hizo en el Espacio de Arte Contemporáneo de Castellón, en el EACC; y el cuarto en el Museo de Arqueología de Gandía, que es el MAGa. Y ahora hay dos más que están en proyecto; uno está en Sueca y el otro en Benicarló.
- ¿Creéis que hay una carencia en el sistema educativo español de estimular la creatividad y la exploración en la infancia?
SONIA: Yo no tengo duda. De hecho, a mis hijos los escolaricé muy tarde, los llevé a escuelas libres, donde se trabaja mucho desde la experiencia, la vivencia y respetando un poco el ritmo de cada niño. Es decir, no puede ser que un niño que ha nacido en enero de 2006 tenga que tener el mismo ritmo que uno que ha nacido en diciembre de 2006, y diferente a uno que ha nacido en diciembre de 2005, con el que se lleva un mes. Es un poco absurda esa forma de distribuir o repartir el aprendizaje. Al final se trata más de dar las herramientas para que sean los niños y las niñas los que se encuentren a cada uno, y en función del ritmo de cada uno.
SILVANA: Es cierto que hay muchos intentos también y mucha gente que se está poniendo las pilas, pero aún hay que romper con la barrera de la quietud. Los niños y niñas aprenden a través del movimiento y eso ha quedado excluido en las escuelas. Muchas veces es sólo en el recreo donde tienen la posibilidad de encontrar tesoros o de tener otro tipo de relaciones y, quitando de escuelas que trabajan verdaderamente por proyectos, en la mayoría de los casos sigue siendo una educación muy similar a la que hemos tenido nosotros, muy parcelada en asignaturas. Mucho profesorado se ampara o se justifica diciendo que el currículum no les permite esto o aquello, pero no es verdad. En el currículum actual del territorio nacional pueden perfectamente vincularse unas asignaturas con otras, trabajar por proyectos y permitir el libre movimiento.
- Pero ahora, con la crisis sanitaria, los niños y niñas han estado más encerrados y quietos que nunca, ¿no?
SILVANA: Bueno, paradójicamente, con la crisis sanitaria se están tomando determinadas medidas y nos preocupa que estas liciten lo que se hacía anteriormente: de pronto, los niños y las niñas tienen que hacer fila, tienen que estar en pupitres individuales. Bien, por medidas sanitarias y por una emergencia así, se asume. Lo que es lamentable es pensar que antes de que sucediese esto ya se estaba actuando de esta manera, ¿no?. La escuela tiene que ser un lugar que cuida y eso es lo que más ha quedado olvidado. La escuela no puede ser sólo un lugar de transmisión de aprendizajes. Tiene que ser un lugar donde experimenten un montón de relaciones y situaciones que no están al alcance de todas las familias. La escuela debe ser un lugar posibilitador de aprendizajes diferentes y, sobre todo, tiene que hacer que la cultura sea un objeto de deseo. Que el saber sea un anhelo. Eso sólo se hace cuando verdaderamente lo que se te presenta es atractivo, y esa parte del atractivo se ha perdido completamente.
SONIA: De alguna manera, estamos enseñándoles a llegar al objetivo simplemente centrándonos en el objetivo mismo: por ejemplo, aprobar un examen. Y una vez pasa el examen, todo el conocimiento se evapora. Hemos de pensar en el camino porque durante todo ese tiempo estás aprendiendo cosas. Y más hoy en día que tenemos un montón de herramientas que permiten que llegar al objetivo sea muy rápido. Sin embargo, todo ese previo, esa motivación, ese aprender a pensar, se pierde.
“Lo que más necesitan, aun los mejores de nuestros buenos estudiantes, es mayor intensidad de vida: trabajar más, sentir más, pensar más, querer más, jugar más, dormir más, comer más, lavarse más, divertirse más”
- ¿De qué edades son vuestros alumnos? ¿Dónde encontráis la inspiración para vuestros talleres? ¿Cómo los planteáis?
SONIA: Normalmente a partir de cuatro años es cuando empezamos con los talleres en los colegios, pero por ejemplo en los museos, los Espais de Telles son para niños y niñas que empiezan a gatear, desde muy pequeñitos.
SILVANA: Sí, la inspiración siempre pasa por el comité de sabios que tenemos cada una en casa: nuestros hijos. Muchas veces se te ocurre una cosa aparentemente súper atractiva, pero ellos, el comité de sabios, lo tumba rápidamente. Y al final, cuando más disfrutan es cuando les acompañas en un proyecto que es propio, cuando ellos quieren generar algo y al final te conviertes en un suministrador de materiales, en un facilitador. Tienen que entender que les vas a dejar un espacio en el que pueden desordenar y pueden trabajar moviéndose: lo más atractivo siempre es esa apropiación del espacio. Y producir al final es muy satisfactorio para la autoestima. Muchas veces, muchos conflictos en la infancia vienen por bajas autoestimas.
- ¿Y eso no lo aprenden en la escuela?
SILVANA: Muchas veces en la escuela el aprendizaje es muy abstracto. A los niños y a las niñas también les viene muy bien la abstracción tratada de otra manera, pero cuando queremos transmitir conocimiento conviene encontrar un sentido práctico, un sentido de “para qué me sirve esto” o “qué puedo hacer con esto”. Eso es en lo que más falla el mundo adulto: subestimar la capacidad de los niños y niñas para ofrecer soluciones.
SONIA: Durante el confinamiento nos hemos pasado mucho tiempo en la vivienda y hemos trabajado en talleres online todo lo que sucede dentro de ella: “¿Qué pasa cuando haces pipí, a dónde va ese pipí? Pues vamos a ver las tuberías”, “Fíjate en cómo está construida tu casa, la pared de la fachada es más gruesa porque fuera hace frío y es menos gruesa que la pared que da a la habitación de mi hermano porque en invierno también tiene calefacción como la mía”. Para los niños y las niñas ha sido fácil porque en este caso todos estábamos en una casa, pero también debemos tratar otros espacios como los que tienen que ver con la ciudad: al final todos los niños y niñas, o casi todos, van a un colegio, o a un centro de salud, o a casa de su vecina, o van a la estación de tren, etc.
SILVANA: Es conectar el aprendizaje con algo cotidiano.
- Parece que, conforme crecemos, vamos perdiendo creatividad y curiosidad por el mundo, que nuestro pensamiento se vuelve muy pragmático. Entonces, ¿por qué creéis que vamos dejando de jugar? ¿Por qué vamos perdiendo esa forma de ver el mundo?
SONIA: Yo creo que a causa del miedo al ridículo. Un papel en blanco nos da muchísimo miedo: rayarlo y hacerlo mal, por ejemplo. Al final esto tiene que ver con la autoestima. Nos han machacado tanto con el “no te salgas de la línea” o al hacer un dibujo “¿qué es eso? ¿para qué es eso? No está bien hecho”. Yo lo veo en mis hijos, por ejemplo: según se van haciendo mayores van perdiendo esa libertad para dibujar y es por el miedo a hacerlo mal, por la aprobación del adulto muchas veces.
SILVANA: Eso por un lado. Por otro, en el sistema educativo actual, a partir de los doce años, la educación artística desaparece. Tiene un carácter de optatividad y las horas que se reciben de educación plástica se dividen entre música y artes. Se asocia mucho a la manualidad y a la lámina: siguen haciendo todos la misma, toda la clase, de forma que compiten unos contra otros. Al final siempre se está preparando al alumno para un futuro: cuando están en primaria para secundaria, en secundaria para el bachillerato, en bachillerato resulta que no podemos hacer lo que queremos porque hay que prepararlos para la universidad. Pero luego llegas a la universidad y lo que te encuentras muchas veces son personas que no tienen iniciativa personal, que no son creativas, que no saben hablar en público, que son demasiado obedientes, que esperan que el profesor marque los pasos a seguir…
- Os declaráis fieles admiradoras de la pedagogía de Giner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza. ¿Cómo creéis que seríamos ahora, como sociedad, si este modelo educativo se hubiese mantenido hasta nuestros días?
SONIA: Una frase de Giner de los Ríos que nos encanta era “un día en el campo vale más que uno de clase”.
SILVANA: Lo importante es que pese a que hemos tenido cuarenta años de parón, sí que hay que reconocer que nosotros, como docentes, llevamos en el ADN la historia de grandes maestros y maestras de nuestro país. Hay que mirar al pasado y recuperar experiencias exitosas que ya han sucedido y que han sido viables. Ahora mismo estamos viendo cómo por fin, a través de la COVID, desgraciadamente, se está potenciando el uso del exterior. Pues en nuestro país eso ya ha sucedido previamente, con la gripe de 1918, por ejemplo. Ya hemos vivido esas experiencias de éxitos y desde luego como sociedad creo que habríamos mejorado muchísimo de seguir llevándolas a cabo.
SONIA: En una revista de 1939, una sobre una asociación de mujeres libres, se dice “la ciudad no es infantil: los niños y las escuelas en las laderas de los montes. Enséñeme aritmética una noche contando las estrellas”. ¡Esto es del 39! En realidad es lo que dice Silvana: en España ha habido grandes maestros de la República, pero de alguna manera se perdió todo eso durante la dictadura. Ahora hay muchísima gente en las escuelas públicas que está queriendo recuperar esa forma de trabajar. Lo que pasa es que se encuentran a veces con muchos miedos y mucha falta de seguridad.
SILVANA: Al final, sea arquitectura o sea la disciplina que uno elija enfocar hacia la infancia, la clave es situar a la persona en el centro. Y cuando diseñas cualquier cosa atendiendo a las necesidades de las personas, es cuando todo fluye.
Nos trasladamos hasta el Centre del Carme para continuar la conversación. Este espacio es un antiguo convento rehabilitado para un uso cultural y es la actual sede del Consorcio de Museos de la Comunidad Valenciana. Después de distintas rehabilitaciones, el Centre del Carme comienza como espacio expositivo de cultura contemporánea en 2017. Es entonces cuando se establece como objetivo ser una gran ventana para lenguajes y prácticas artísticas muy diversas: desde el cine a las artes visuales, performance, música, diseño, arte sonoro, libros y otras disciplinas del pensamiento como la sociología, la economía, la medicina, el urbanismo o la arquitectura.
En el Centre del Carme, Arquilecturas tiene dos grandes proyectos: Espai de Telles, un espacio mutante y evolutivo para niños y niñas de 0 a 3 años en el que podrán experimentar con el espacio, la luz como fuente de vida y energía y también con piezas de cartón con posibilidades casi infinitas. Un espacio inspirado en la tavola luminosa de Reggio Emilia en el que los niños y niñas pueden gatear, tocar, oler, componer, construir y saciar su curiosidad innata. El otro proyecto se llama Calaix y es un taller familiar, recomendable a partir de 6 años, en el que se desarrollan actividades que fomentan experiencias sensoriales. Se trata, en palabras de sus creadoras, “de una gigantesca propuesta de construcción para las niñas y niños, que puede llegar a medir más de 100 metros cuadrados”.
- El diseño está comenzando a ser un gran agente de cambio social: vivimos un momento de gran incertidumbre, sobre todo, en las escuelas. La pandemia nos ha llevado a un escenario en el que cada cierto tiempo y de manera más o menos prolongada, sea necesario cerrar las aulas para evitar o minimizar los contagios. En este contexto se hace absolutamente necesario repensar el sistema educativo, los sistemas de evaluación y, sobre todo, los modelos de aprendizaje. ¿Cómo os imagináis la escuela del futuro?
SILVANA: Mira, ahora con la pandemia, más que repensar los sistemas de evaluación, lo que habría que hacer es aplicarlos. Porque la ley ya nos pide que trabajemos por competencias, ya te pide que valoremos con una evaluación continua. Lo que sucede es que muchas veces todo eso no se estaba aplicando. La brecha digital, por ejemplo. Ha hecho falta una pandemia para que esto saliese a la luz, para que un docente se enterase de que tenía un montón de niños y niñas sin acceso a internet. También el diseño va a ser fundamental: que los contenidos se presenten de una forma atractiva y clara. La diferencia entre arte y diseño es la comunicación. La escuela necesita comunicar. Todas las herramientas sobre diseño son herramientas muy válidas para la pedagogía, para aquellos contenidos que queremos que verdaderamente lleguen al alumnado.
- Afirmáis que entender la arquitectura se parece mucho a aprender a pensar: ¿por qué no hay una formación específica de arquitectura en los colegios si las ciudades y sus espacios son habitados por todos?
SONIA: Supongo que porque se aprende de forma parcelada: tu horita de matemáticas, tu horita de lengua, etc. Y al final, matemáticas, lengua, ciencias sociales y naturales: todo podría enseñarse de manera simultánea, de manera transversal, aprendiendo con el espacio y aprendiendo con el lugar que habitamos en interior y en exterior. Y lamentablemente falta esa educación integral que abarque todos esos conocimientos y que los integre para aprender bien de verdad.
SILVANA: Como siempre decimos, aunque sea de mejor o de peor calidad, todos hacemos uso de la arquitectura, bien sea en el colegio, en la calle, en nuestras casas… Es algo que todos tenemos muy a mano, una herramienta que permite muy bien trabajar todas estas disciplinas integradas porque, al final, la niña o el niño está midiendo, está calculando, está imaginando. Puede ser una arquitectura muy fantástica o muy cotidiana. Pero piensan sobre el entorno que les rodea. Cuando somos capaces de entender el espacio donde nos movemos a diario podemos ir ampliando nuestra visión, desde nuestra casa a nuestro barrio, ciudad, país, el mundo. Pero claro, respecto a la pregunta de por qué no está la arquitectura, te diría: ¿y por qué no está el arte? ¿Cuántos niños o niñas son violinistas maravillosos y en la escuela no se han enterado? Muchas veces estamos buscando fuera de la escuela formaciones que deberían de estar integradas en ella.
- En este sentido, ¿por qué la arquitectura no se aprecia como algo cercano a las personas y sólo parece que la entiendan ciertas élites?
SONIA: Me estaba acordando de Bruno Zevi. Curiosamente, con la arquitectura pasa una cosa que él explica muy bien y que me encanta: cualquier persona que se considere culta se avergonzaría de pensar que no conoce quién es Beethoven, Matisse o Cervantes. Sin embargo, la mayor parte de esa gente no sabe quién es Le Corbussier, Alvar Aalto o determinados arquitectos, porque la arquitectura es la gran desconocida. ¡Cuando en realidad es la más cercana a nosotros! Porque la música siempre puedes apagarla, puedes elegir apagar la radio, o no ir al museo, o no leer un libro. Pero la arquitectura está en cualquier parte. Vas al centro de la ciudad y te encuentras con catedrales, con edificios históricos, con un gran patrimonio y, de alguna manera, no sé por qué, hay una carencia en la transmisión de estos conocimientos.
- ¿Qué tipos de ciudades estamos creando ahora en España a diferencia de Europa?
SONIA: Pues en España no se está haciendo mal, se están poniendo en marcha muchos proyectos. En València, sin ir más lejos, se está apostando muchísimo por la circulación de bicicletas, por la peatonalización de las calles, etc. En España está también el ejemplo de Pontevedra, que es un referente en urbanismo para las personas, con todo ese centro histórico peatonalizado. Hay un montón de ejemplos.
SILVANA: Procesos participativos.
SONIA: Eso es, procesos participativos en los que se cuenta con la gente en los barrios, las súper manzanas, etc. Hay un montón de casos en España, lo que pasa es que son muy particulares y a veces muy partidistas también. Quiero decir que no sabes qué va a pasar, si se van a revertir esos procesos como ya se ha intentado en Madrid con todo lo de Madrid Central, por ejemplo. Al final es como que no hay proyectos integrales pensando en la ciudadanía, sino a veces es más como la medallita del político. Tiene que ver con educar, con transmitir la importancia de que las ciudades sean para las personas y no para los coches. Todo tiene que ver con la educación.
SILVANA: Nos cuesta mucho valorar el trabajo de otros. Es mucho más sencillo moverse en la crítica. Es como la comida basura que se digiere rápido y te da energía rápida, pero no es una energía buena. Pues esto es lo mismo. Parece que da energía criticar. Pues hay que cambiar la mentalidad y valorar lo que está bien, sea del signo político que sea.
València ha conseguido ser la Capital Mundial del Diseño en 2022. Las componentes de Arquilecturas están convencidas de que el valor divulgativo de la “capitalidad” en la población y sociedad valencianas también va a traer cambios, dando a conocer València al resto del mundo, pues “Valencia ha sido tierra de artistas que muchas veces no han podido permanecer aquí”. Con este hito y el camino que queda por recorrer hasta el año 2022, “la sociedad se va a concienciar y se va a poner en valor creaciones que son nuestras y que muchas veces no estamos viendo”.
- Hablando de ciudadanos y de ciudades: ¿Cómo veis el panorama arquitectónico y urbanístico de Valencia? ¿Vivimos en una ciudad habitable? ¿Han cambiado las cosas en los últimos 10 años?
SONIA: Sí, sin duda, claro.
SILVANA: A mí València me parece una ciudad maravillosa para vivir. Con muchísimas ventajas. Tenemos el mar, tenemos un clima estupendo, una luz maravillosa; es una ciudad de un tamaño muy abarcable, muy plana, ideal para el uso de la bicicleta y que permite recorridos a pie muy agradables. Por supuesto es susceptible de muchas mejoras, pero sí que en los últimos tiempos está habiendo un cambio y un interés en hacer una ciudad más amable, que al final es de lo que se trata, poniendo en el centro a las personas.
SONIA: Durante una época se han priorizado los grandes proyectos porque, no nos engañemos, son los que dan dinero a los políticos. Claro, cuando el proyecto es quitar asfalto de una calle para poner un jardín, pues eso son proyectos pequeñitos que mueven muy poquito dinero. Sin embargo, a la ciudadanía la hace muchísimo más feliz porque a una plaza pueden ir todos los niños y niñas, todas las familias. Lamentablemente, ¿cuánta gente puede permitirse la ópera de València?
- Hay zonas, por el contrario, maltratadas a lo largo de los años: El Cabanyal…
SONIA: El Cabanyal, que yo siempre digo que es centro histórico. Si el barrio del Carmen es barrio histórico de Valencia, El Cabanyal, con las construcciones que quedan de principios de siglo, es centro histórico de valor arquitectónico y patrimonio exactamente igual. ¿Por qué no se daban licencias para rehabilitar? Porque había un proyecto que estaba sobre la mesa, muy importante, que era esa prolongación de Blasco Ibáñez hasta el mar. Había un empeño en que València tuviese que conectarse con el mar. Y València no es una ciudad conectada al mar. Quiero decir que el centro histórico del Carmen no está conectado al mar, estamos a dos o tres kilómetros, pero El Cabanyal sí lo está, y también es València, y es centro histórico.
SILVANA: Muchas veces ese cambio ha venido también motivado por movimientos vecinales, que también son muy valiosos.
- ¿Por qué edificios sentís predilección?
SONIA: Hay unos edificios racionalistas en Valencia de mediados del siglo XX, como son las facultades, la Escuela de Derecho, la Escuela de Psicología o de Filología, todos esos edificios de Moreno Barberà. Me encantan, me parecen maravillosos y además están en un entorno precioso, de Blasco Ibáñez con Viveros, integrados en la vegetación. Luego hay edificios concretos por toda la ciudad. Fíjate, a mí a veces me atraen más los edificios de vivienda social, que a priori pueden no ser muy atractivos, pero que son viviendas muy dignas. A lo mejor de ladrillo cara vista, sencillos pero muy bien tratados.
SILVANA: Yo por el Mercado Central. En mi caso está muy vinculado a lo personal: mis abuelos tenían parada en el Mercado Central. Me parece un sitio de magia, de aromas, de experiencias sensoriales, de bullicio... Y luego, en frente, La Lonja, que es una barbaridad, una presencia, una maravilla. También toda la zona de mar, desde luego, toda la Marina de València, con el Veles e Vents como edificio recuperado, que viene de la Copa América pero que ahora mismo es mirador, y todo El Cabanyal, todas las casas de pescadores. Es una joya también por su interpretación del modernismo, el modernismo pobre: cómo las personas interpretaban en sus fachadas lo que ellos entendían por modernismo. Esa fuerza del pueblo, capaz de conseguir con elementos humildes una belleza y un equilibrio, algo tan reconocible. Esa interpretación de un estilo arquitectónico por parte del pueblo es una fantástica.
-¿Y del resto de la Comunitat?
SONIA: Estaba pensando en el Teatro Romano de Sagunto, que me parece una maravilla; en Alicante hay un montón de edificios de arquitectura de mediados de siglo. Curiosamente, en toda la zona de Benidorm, Jávea, Denia, Alicante o San Juan, que está tan terriblemente explotada, hay unos edificios de viviendas y apartamentos maravillosos, con unas orientaciones y una distribuciones muy pensadas, de los sesenta y los setenta. Esos edificios tenían unas zonas comunes muy grandes, muy amplias, unos halls muy grandes; los edificios solían estar retranqueados de la calle para crear paseos agradables.
- ¿Cuál es vuestro rincón favorito para ir con niños o para que seamos niñas grandes?
SILVANA: Para mí ahora mismo La Marina de València, por la náutica en mi caso de vela ligera, que es accesible. Creo que es una cosa muy interesante para los nanos. En Valencia tenemos la facilidad de poder hacer vela ligera o deportes náuticos baratos. Y luego, el Centre del Carme está ofreciendo ahora mismo un montón de actividades y los niños y las niñas son bien recibidos. Más que lo que se ofrezca en sí, es la actitud de quien recibe: me gustan todos los lugares donde los niños puedan ser ciudadanos libres.
- Durante estos años, ¿qué habéis aprendido vosotras de los arquilectores y arquilectoras que han asistido a talleres de Arquilecturas?
SILVANA: Pues bueno, hemos aprendido que es muy buena la flexibilidad, que hay que estar preparada para cualquier cosa (risas). Hemos aprendido que pueden mejorar cualquier actividad, que hay que escucharles, estar atentas a sus necesidades. Hemos aprendido que cuando la actividad es la adecuada, las niñas y los niños son capaces de hacer grandes esfuerzos y, además, de hacerlo disfrutando. Y que se puede aprender amando lo que uno aprende.
- ¿Y lo más divertido que os han dicho los nenes en algún taller?
SILVANA: Ay sí, que el Veles e Vents lo había hecho Arquilecturas. Unos niños, en una escuela a la que vamos, dijeron “este edificio lo han hecho Sonia y Silvana” (risas).
SONIA: Hay otra cosa que más que graciosa, es muy bonita: una niña se iba a Nueva York con sus padres y les dijo que por favor quería ir a conocer la estación central de tren de Nueva York porque quería ir a ver las bóvedas de Guastavino. Los padres estaban alucinados y desde ahí, desde Nueva York, nos mandaron un whatsapp con la niña subida en los hombros de su padre. Se veían por encima las bóvedas con el aparejo de ladrillo de Guastavino, que además era valenciano. Que una niña de seis, siete u ocho años que sepa quién es Guastavino cuando la mayor parte de la ciudadanía no sabemos quién fue…
SILVANA: ¿Y te acuerdas de aquel nene tan chiquitín que, cuando se iban del Centre del Carme, les decía a sus padres: “Es que si me voy, el museo se pone triste”.
SONIA: ¡”Tristre”, decía! “¡Y si nos quedamos el museo se pone contento!”