Alejandra Gandía-Blasco: el color es emoción

©FURIOSOstudio, ©Paula G. Furió. Todos las imágenes y textos publicados en esta web están sujetos a los derechos de autor y no pueden ser utilizados sin autorización. Fotografías de obras y exposición cedidas por Alejandra Gandía-Blasco

Es una mañana calurosa y húmeda de julio. Cruzo el puente, recorro el aparcamiento municipal de Ontinyent. Ya puedo ver ese edificio industrial que me tanto me gusta. Lo rodeo, paso por delante de los ventanales de la tienda y se abre para mí una puerta blanquísima. Alejandra Gandía-Blasco me espera, afable, tranquila. Es una mujer que transmite bondad, belleza y un gran interés por el pensamiento contemporáneo.

Alejandra es Directora creativa y de comunicación en Gandía Blasco y Diabla y paralelamente desarrolla su trabajo como artista visual. Juntas paseamos por el edificio y me cuenta la historia de su legado familiar: “Yo no considero Gandía Blasco una empresa, lo considero más bien el proyecto personal de mi padre”.

Subimos a la primera planta y nos acomodamos en la oficina, intercambiamos lecturas interesantes y jugamos con muestras de colores y materiales mientras conversamos sobre branding, diseño, artesanía y procesos creativos.

 

Paula: Alejandra, tengo la sensación de que ser directora creativa de Diabla debe ser muy divertido, ¿no? Me encantan el naming, el concepto de marca, esa gama cromática en rojo y rosa… ¡Necesito una piscina para tenerlo todo! (risas)

Alejandra: Sí, claro. Gandía Blasco y GAN ya tienen mucha personalidad, no podemos cambiarlas. Es decir, son lo que son y cambiarlas sería absurdo. Entonces Diabla es nuestra vía de escape al color. Siempre en interiorismo y arquitectura parece que haya cierto miedo al color, siempre se tiende al blanco, al gris y a los tonos los neutros cuando en realidad es una cuestión de elegir tu color preferido para tu casa y atreverte a usarlo, ¿no? 

Paula: Claro, a mí me encanta el color. También intuyo que el público de Diabla es más joven o atrevido.

Alejandra: Diabla realmente nació de de las decenas de propuestas que recibimos todos los años de gente joven o con un estilo distinto al de Gandía Blasco, un poco más informal, más irreverente, más colorido, más simpático. Nos gustaban mucho esos diseños, pero nunca hemos sabido darle cabida dentro del catálogo de Gandía Blasco. Así que creamos un universo que nos da libertad para diseñar, nos permite trabajar con creativos muy distintos. Jugar con el color, con la publicidad. Y nos divertimos mucho. Sí, se nota. 

Paula: ¿Cómo fue crecer correteando por este edificio? Debió ser muy inspirador estar rodeada de tanta creatividad y de tanta belleza.

Alejandra: Sí, cuando salíamos antes del cole venía aquí, coincidía con mis primos y jugábamos al escondite. Siempre recuerdo que me lo pasaba genial. Continuaba siendo la empresa de mi abuelo, todos los departamentos estaban en este edificio. Era el momento en que la empresa estaba empezando a despegar y era muy bonito porque las personas estaban con muchas ganas. Recuerdo que había mucho jaleo de gente muy entusiasta con su trabajo. Y recuerdo que mi padre siempre, cuando nos aburríamos, nos daba un lápiz para dibujar. Y entre que dibujábamos y jugábamos al escondite, se pasaba la tarde. 

Paula: Cada vez más, los creativos tenemos perfiles más multidisciplinares. Hay mucha tecnología en el diseño y a la vez hay un resurgir muy grande de la artesanía. Entonces, ¿cómo ves estas tendencias en tu trabajo? 

Alejandra: Lo que yo veo es un cambio en en la percepción visual. Me interesa mucho leer sobre procesos creativos, sobre todo en relación con la publicidad y la percepción de las imágenes. También me gusta mucho la filosofía de la percepción del tiempo y del espacio. Yo no soy docta en el tema para profundizar, pero recuerdo la anecdota de la primera película que se proyectó en un cine: un tren entrando a la estación. Entonces claro, los espectadores creían que el tren estaba entrando en la sala de cine y salían corriendo. 

Paula: ¡Claro! L' arrivée d'un train à La Ciotat de los hermanos Lumière.

Alejandra: Es algo que me llama mucho la atención porque ahora mismo vemos un render y nos lo creemos cuando hace hace poco tiempo pensábamos “que mal hecho está”. Pero es que ahora esa fantasía ya es parte de nuestra realidad. La tecnología está siendo cómplice de esa virtualidad, de esa ficción, y de que participemos de ese otro mundo paralelo. Y esto también, en parte, conlleva cierta cierta pérdida del tacto, de la realidad, de esa fisicidad que es necesaria en el trato con las personas y en el desarrollo de productos. Hay veces que los diseñadores nos envían un dibujo técnico con un render maravilloso, pero luego del render a la realidad el diseño se transforma por aspectos técnicos que el diseñador no ha tenido en cuenta. No sé si es si es una cuestión de que en las universidades no se enseñan los atributos de los materiales, por ejemplo, o a tocar las cosas, a hacerlas, a prototipar, a contactar con proveedores, a saber cómo están hechas las cosas.

Paula: Precisamente, de esto hablábamos con Manolo Bañó a propósito de la WDC València 2022.

Alejandra: Creo que el diseñador tendría que estar implicado como un artesano. Evidentemente no puede ser un artesano porque para dominar una técnica necesitaría años de aprendizaje. Pero el artesano y el diseñador juntos creo que pueden convertir los objetos y las ideas en algo mucho más interesante.

Paula: Puede ser un rasgo generacional, que las nuevas generaciones se están desvinculando demasiado de los materiales.

Alejandra: No sé si es un fenómeno causado de la tecnología o un cambio en la educación. El mundo de los videojuegos, por ejemplo, también me llama mucho la atención porque, al jugar, te metes en otra realidad. Otra realidad te absorbe.

Paula: En una entrevista anterior explicabas que nos queremos relacionar de otra manera con los objetos: saber de dónde vienen. ¿Investigáis cómo van cambiando el uso y la apropiación de los objetos?. En ese aspecto vuestro trabajo sería casi antropológico.

Alejandra: Es complicado, porque diseñar un mueble es una tarea muy racional, mientras que el diseño textil te deja más libertad creativa y puedes tratar otro tipo de conceptos y de ideas. En artesanía textil trabajamos con diseñadores que son artistas. Hace poco, por ejemplo, trabajamos con Álvaro Catalán de Ocón, que está especializado en trabajar con con tejidos de plástico reciclado. Y él es como una especie de antropólogo, realmente. Cada una de sus colecciones de lámparas está hecha en un país distinto con un grupo de artesanos que trabajan una técnica concreta. Entonces él va allí, se queda allí dos meses o el tiempo que sea necesario y conjuntamente desarrollan la colección de lámparas que suelen ser de fibras naturales o materiales reciclados. Eso me parece antropología.

Paula: Ay sí, ese proyecto es una maravilla, PET lamp. ¡Las estuve viendo para mi casa!

Alejandra: ¡Sí! Pues te encantará la última colección que diseñó Álvaro para GAN: Plastic Rivers. Son alfombras que representan imágenes aéreas de Google Maps de los ríos más contaminados del mundo: Ganges, Indus, Yangtze y Niger. La técnica es bastante difícil por la precisión de los colores, también por las distintas alturas de la lana para generar ese volumen de maqueta. Ganamos los premios Ro Plastic Prize 2021 en la categoría Environmental impact y NYCxDESDIGN Awards 2023 en la categoría Urban Public Furniture Design y han sido expuestas en museos y galerías.

Paula: Entonces, ¿esa investigación, digamos antropológica, recae en el artista o diseñador?

Alejandra: Mapi Millet, la directora creativa de GAN, también tiene esa labor. Lleva más de 20 años yendo a diferentes regiones de India, conociendo distintas técnicas y yendo a ferias textiles, a pueblos o a casas de las mujeres que tejen. Mapi va conociendo técnicas ancestrales o locales y luego, en diálogo con los diseñadores, las reinventa escalándolas o usándolas de otra forma. Hay una reflexión en torno a lo que se está haciendo, en torno a cómo se trae al presente algo tan ancestral. En ese sentido Mapi hace una labor muy buena.

Paula: Todo ese proceso creo que es también parte de la alfombra que te llevas a casa. Cuando conoces su historia te enamoras del producto.

Alejandra: Además, ese trabajo previo de reflexión, de pensar cómo están hechas las cosas, luego te permite hablar del producto acabado y generar un storytelling atractivo. Visualizas enseguida el producto en su entorno. Por eso nos gusta generar la publicidad desde dentro de la empresa. Una agencia de publicidad externa, que las hay buenísimas, no está dentro para conocer todos los procesos y saber exactamente cómo comunicarlos de una manera honesta. Para nosotros, creo que el diseño y la comunicación en ese sentido van de la mano.

Paula: No solo de una manera honesta, sino realzando las cualidades y las técnicas que ya de por sí son interesantes.

 
Yo creo que los creativos estamos también en las empresas para abrir caminos y darles esa visión.
 
 

Paula: Y bueno, ahora hablemos de algo que a mí me interesa mucho, que es cómo equilibras este perfil profesional con tu trabajo artístico.

Alejandra: Para mí el diseño es como el arte, todo es creatividad: es un tipo de reflexión y capacidad de análisis. Para eso hace falta un bagaje claro. Necesitas moverte, ver, viajar, visitar exposiciones, leer, hablar con otras personas que saben más o menos que tú, que saben de otros temas. Había un programa de Iñaki Gabilondo que me gustaba mucho, Cuando ya no esté, donde entrevistaba a gente de perfiles muy distintos y les preguntaba qué pasaría dentro de 25 años con con el transporte, por ejemplo, o con las energías fósiles. Entonces te hablaban del presente y del futuro y te ofrecían una miríada de opiniones de distintos profesionales sobre cada problemática. Yo creo que ese es mi modo de entender el diseño: estás en el presente pero piensas en cómo será todo dentro de 25 años, hacia dónde queremos ir. Yo creo que los creativos estamos también en las empresas para abrir caminos y darles esa visión. 

Paula: Claro, el diseño es ese 99% invisible del que habla Roman Mars en su podcast.

Alejandra: Esa cuestión está bastante relacionada con mi formación y con mis intereses. Mi trabajo paralelo a la empresa también tiene que ver mucho con la investigación. Tengo un trabajo de color que parte de la luz natural y es un tema que me interesa mucho porque creo que en cualquier disciplina está todo muy medido y muy etiquetado. Y este trabajo que yo hago para mí es como una forma de de abstraer mis intereses de una forma no controlada. Yo no controlo el proceso del todo y es algo que a mí me atrae: estoy obteniendo colores de la luz natural en una determinada época del año. Esa falta de control me gusta porque me genera mucha inquietud. 

Paula: ¿Cómo te fuiste introduciendo en el mundo del arte?

Alejandra: A mi madre le encanta la moda y siempre ha sido muy sensible al color. Recuerdo de pequeña que íbamos de tiendas y ella me fue introduciendo en los colores, cómo combinaban, los materiales… Y luego en Bellas Artes. Siempre me ha gustado mucho el dibujo, porque el dibujo para mí es la forma más primitiva de expresión. En la prehistoria dibujaban porque no habían palabras, no habían letras. El dibujo está muy relacionado con el pulso de cada persona que es distinto. Y también depende de la situación de estrés. El pulso cardíaco siempre cambia. Entonces para mí el dibujo es una forma muy auténtica de expresión: muy primigenia, muy ligada a nuestro yo. No todas las personas hacemos la misma raya de la misma forma, ni tenemos la misma caligrafía. Entonces el dibujo desde pequeña me ha encantado y cuando entré en Bellas Artes ya tenía un estilo muy concreto de dibujar, un estilo muy expresivo. Me gustaban mucho los retratos, de hecho solo dibujo retratos, no me interesa otra cosa.

Paula: Vaya, eso me sorprende porque en tu trabajo percibo mucho color. 

Alejandra: En las asignaturas pintura era demasiado analítica, no acababa de entender el color. Para mí el color era como tapar el dibujo. Suspendí dos veces y la profesora me dijo “bueno Alejandra, ya va siendo hora de que apruebes·. Y entonces recuerdo haber encontrado una paleta blanca precisamente para ver mejor el color, porque creo que la madera tiene una tonalidad que influye. Y entonces fui investigando por mi cuenta sobre los pigmentos, cómo al mezclarlos la tonalidad cambia. El color es infinito. El color es muy sutil y muy sensible a al cambio. Y para mí la paleta era la obra: una obra viva que siempre está cambiando de tonalidad. Es muy emocional. 

Paula: ¿Qué te interesó más en Bellas Artes?

Alejandra: Me interesaban mucho las clases teóricas, sobre todo, más que las prácticas. La percepción visual me ha interesado mucho siempre: hay diferentes longitudes de onda en el rango del espectro del color (el espectro visible y el invisible), que son básicamente ondas de luz. El color no existe. ¿No es alucinante? Sin embargo, lo vemos, aunque nos perdemos muchos matices.

Paula: Y cada persona vemos los colores de una manera, ¿no es cierto?

Alejandra: Claro. Puede que hayas crecido en un pueblo rodeado de árboles y tengas una vinculación muy fuerte al verde o quizás al azul del mar. Es una memoria muy personal a nivel abstracto que siempre me ha fascinado. Los expresionistas me han fascinado siempre. Rothko me apasiona. Me parece increíble cómo abstraer la realidad a través del color y cuánto se expresa con algo tan aparentemente sencillo como es una mancha de color o con el diálogo que se establece entre los colores o las tonalidades. 

Siempre me ha gustado mucho el dibujo, porque el dibujo para mí es la forma más primitiva de expresión.

Paula: Me parece muy bonita la afirmación de que el color es emoción. En El color de la primera luz fotografías amaneceres en el mar y los llevas, digamos, al límite de la percepción. ¿Qué investigaste antes de empezar este proyecto?

Alejandra: Como realmente estaba bastante interesada, estudié teoría del color en la Central Saint Martins de Londres. Hice varios cursos, unos eran más cortos, otros más largos, pero quería adentrarme más en ello. Luego no supe qué hacer con eso. Pero un día, a través de la fotografía que siempre me ha gustado porque es una forma de bueno, tú lo sabes tan bien, capturar el tiempo. Cuando estudiaba Historia de la Fotografía sentí especial afinidad por los fotógrafos japoneses porque tienen una forma muy peculiar de de entender la fotografía. Hiroshi Sugimoto me gusta mucho: él habla siempre del espacio y del tiempo. Tiene tanto retratos del mar como de teatros, de personas… Le interesan los retratos y a mí también, pero a través del dibujo. Cuando tienes tienes una curiosidad, vas buscando referentes hasta encontrarte a ti mismo. Porque todos tenemos algo en común y a veces, gracias a las otras personas te encuentras a ti, a tu forma de expresión. Nutres tus intereses y amplias tus horizontes.

Paula: Somos un manojo de vivencias y relaciones, es cierto. Háblame entonces de cómo experimentas con la fotografía.

Alejandra: Bueno, desde los 14 años tengo una cámara compacta y cuando viajaba hacía fotos. Un día haciendo una foto a un amanecer cuando volaba hacia París vi que la foto estaba muy oscura y al darle luz con Photoshop vi que cambiaba ligeramente la tonalidad. Me recordó a cuando jugaba con los pigmentos en la paleta de colores blanca y fue un proceso que me gustó mucho. Me dije “bueno, a ver qué sale. Voy a irme a la playa de San Juan, voy a ver el amanecer y a ver qué pasa”. Y vi que los colores que obtenía de esas fotos no tenían nada que ver con los de la primera serie. Fui investigando, leyendo. Y claro, cuando los pintores fauvistas pintaban un árbol rojo, es que tú realmente ves el árbol rojo. De niños aprendemos que el árbol es verde pero no siempre lo es. Según el momento del día, la época del año o las circunstancias climatológicas la tonalidad cambia, ¿no? De hecho estuve leyendo y los fauvistas siempre solían pintar en la cerca del agua.

Paula: ¡Vaya! ¿Por la refracción?.

Alejandra: Justo, igual que los pintores venecianos que son muy conocidos por su precisión. La escuela de color veneciana es muy conocida. Yo no sé si habrá influido, pero estaban siempre rodeados de agua, ¿no? Entonces estuve leyendo sobre el tema y claro, hay un proceso de refracción que se da en la naturaleza. Y entonces me puse a investigar más y fui haciendo series y cada una es totalmente distinta a la otra. Yo no tengo un modo de proceder científico porque no me interesa averiguar más: me gusta que me sorprenda lo que voy a encontrarme. 

Paula: ¿Cómo se ve la refracción en tus fotos?

Alejandra: Me interesa mucho capturar el momento, el punctum como decía Susan Sontag. Por curiosidad investigué a Hiroshi Sugimoto y, entre tantas fotos en blanco y negro, encontré un trabajo que había hecho para Hermès donde cogía un prisma y repetía el experimento de Newton descomponiendo la luz en luz de colores. Hizo unas polaroids gigantescas y capturó todos los matices de color de instantes concretos. Claro, como el prisma es geometría pura, los cambios de color dentro de las imágenes de Sugimoto eran líneas rectas que generaban degradados. Me llamó mucho la atención y me puse a investigar y me dije: “bueno, pues entonces debe ser que el agua es un prisma”. Realmente, las gotas de agua son prismas también, como si fuera el prisma de Newton. De hecho, cuando ocurre el fenómeno del arcoíris es porque hay gotas de agua suspendidas en la atmósfera, rompen la luz natural y surgen los colores. Y eso mismo sucede en la superficie del mar cuando está en calma.

Paula: Qué interesante que de una manera casual hayas conectado a los fauvistas con Hiroshi Sugimoto, con los experimentos científicos de Newton…

Alejandra: Así encontré una metodología de trabajar. Cuando no se dan las circunstancias concretas no me sale nada: según la posición del sol, según si hay olas o no hay olas, si hay una montaña al lado o no, las fotos a veces se ven rectas como las de Sugimoto y otras veces se ve media esfera del sol o la esfera entera porque en Comporta el sol estaba enorme. Y esa es la diferencia, porque no parto de un prisma, ¿sabes? Parto de la naturaleza y la naturaleza siempre es cambiante y cada época del año es totalmente distinta. La luz nunca es la misma.

Paula: Y cada amanecer es distinto. ¿Te preparas previamente?

Alejandra: Cada amanecer es distinto, sí, y dura nada. No me preparo. Tengo que hacer caso al hombre del tiempo que a veces falla (risas). Hice un viaje a Islandia, por ejemplo, precisamente para hacer una serie fotográfica allí, y no salió nada. Fui seis días por el norte de Islandia y estuvo nublado todo el rato. Necesito que se den las condiciones climatológicas, no es algo que yo pueda controlar. Me gusta precisamente por eso, por la experiencia del viaje y de de ir en busca de algo. Al final disfrutas del recorrido, no tanto del resultado.

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